Sonrió tímidamente:
- Me alegra que le haya gustado, Sra. Bongiove. Pero lo compré como lo pidió el Sr. Héctor.
Miré al rubio con la polla del medio y le pregunté con sarcasmo:
- ¿Y cómo te pidió Héctor que me compraras las bragas?
- Pequeña, de encaje, sexy y a la vez delicada.
Reí y agité mi cabeza:
- Eran todos perfectos. Y le encantó. - Garantizar.
Cindy me miró.
- ¡Hola hermosa! ¿Está listo? Ben se detuvo a mi lado.
- Nací listo, amor. – Me eché el pelo hacia atrás, respiré hondo y caminé por la calle meneando mi culo duro y mi pelo cien por cien original (mechas doradas, lo confieso!).
En el camino le conté a Ben exactamente lo que había sucedido, tanto en Perrone como en North B.
- Al final no se equivocan tanto, ni Sebastián ni Héctor. Joder, vas a dejar todo aquí, Babizinha. ¿Cómo vamos a vivir los tres sin ti? Por eso no menciono a Salma y Maria Lua.
Suspiré. No sabía que lo que más me molestaba era dejar a Héctor.
Antes de irme al campo ese mismo día, Ben me preguntó:
- Pié