- También me gustaría entender qué hago aquí, diputado. - dije, mirándolo seriamente y volviendo a mi postura, soltando la mano de Bárbara.
El Delegado dio unos pasos hacia adelante y vi a uno de mis abogados, Lauro.
- ¿Héctor? Me miro confundido. – ¿Por qué mi cliente está en una celda? - se dirigió al delegado.
- Estoy tratando de entender, doctor. Miró a los policías, quienes se encogieron de hombros.
Se abrió la celda y salí, yendo inmediatamente a casa de Bárbara.
- Abre el de ella. - Pedí. - ¡Ahora!
- Ella... no tiene abogado. Y nadie pagó la fianza. – explicó el delegado.
- Acaban de pagar la fianza de la señorita Novaes. – La mujer policía vino y le entregó un papel al delegado. “Y ella también tiene un abogado.
Bárbara me miró confundida y su celular se abrió. No me preocupé por nada y la abracé con fuerza. No me importaba lo que esa gente hiciera o dijera. Solo quería asegurarme de que estaba bien. Pero ella parecía menos asustada que yo con todo lo que había pasado. Esa muj