- Hola, Ana... ¡Cuánto tiempo!
Sentí su fuerte abrazo y se lo devolví. Ana me gustaba mucho. Y te he echado de menos estos dos años.
- Entra, por favor.
Ella se alejó y yo entré, de pie.
- Siéntete siempre como en casa aquí, Bárbara. Sabes cuánto te amo.
- Gracias. - dije sentándome.
- Nos prepararé un café.
- No es necesario... Estaré allí enseguida. Solo estoy de paso. Tengo una cita ahora mismo. - Mentí.
- Por favor... Me permito ofrecerle un café.
Asentí, sabiendo que esto podría ser importante para ella.
Ana fue a la cocina. Ciertamente los muchachos no estaban en casa, ya que estaba muy tranquilo en esa casa enorme.
Miré los cuadros que colgaban de la pared y los marcos de las estanterías. Todo tenía la imagen de Jardel... Y algunos de nosotros dos juntos. Todavía estaba dentro de su casa, como recuerdo.
Vi mi sonrisa estampada y nuestros besos desde diferentes ángulos para las fotos y me preguntaba si era feliz en esos momentos, a su lado. Porque recordé el detalle de cada foto