Capítulo 5

¿Sería redundante volver a maldecir mi vida? porque a estas alturas, según yo, lo único que me salía bien era que por fin eliminaba todas las deudas que me había dejado sumergida Max gracias a mi nuevo trabajo, habían pasado casi dos semanas desde que me ascendieron, así que mi  primera paga me sirvió al menos para no morir en la pobreza extrema. 

Esta mañana amanecí sintiéndome como la m****a, tuve que correr dos veces al baño porque al parecer la comida que tenía en el refri, más vieja no podía estar, así que hice la nota mental, hoy después de llegar de el trabajo cambiar por completo la despensa.

Todo eso si llegaba a tiempo y no me despedían, porque los 30 minutos haciendo arcadas digamos que no me dejaron mucho margen para llegar temprano. 

Con respecto a mi jefe, las cosas se están tornando un poco extrañas, después de nuestro pequeño altercado en el estacionamiento, su actitud ha cambiado un poco, nos reunimos casi a diario y se puede decir que es menos arrogante que antes. 

Claro, nuestra relación ahora es meramente profesional, y no me esta iendo nada mal, porque ese idiota está obsesionado con los números y me pide a diario que le ayude con algo en su oficina. 

A veces la parte ilusa e irracional que todavía llevo dentro me dice que más que para explotar todo mi talento, él lo hace para acercarse a mi. 

Y quizás me emocioné más cuando me invitó hoy a un almuerzo de negocios en uno de los restaurantes más elegantes  de la Gran Manzana. Es tan sofisticado, que una reservación ahí lleva meses para poderse adquirir e incluso el nombre es tan complicado que hasta pronunciarlo hace que tenga que explotar mis neuronas. 

Eso, si logro mejorarme del estómago antes de que llegue la noche, porque ya me imagino haciendo el ridículo en medio de todos esos hombres trajeados. 

Mi día está pasando con normalidad, eso hasta que el jefe principal de contabilidad da un par de toques afuera de mi oficina personal. 

-¿Puedo entrar?  -Sonó relajado, pero había algo en su voz que me ponía los pelos de punta y me puse en modo defensa, ese sujeto no me gustaba, tenía mala fama de acosador, además de los rumores de ser pareja de Nancy. 

Aclaré mi garganta un par de veces- Adelante señor Perkins ¿a qué debo el placer? 

Me regaló una de sus sonrisas torcidas, como si se creyera que todavía está en el high school y quiere conquistar a una de las porristas. -Siempre tan directa Luna, así me gustan. -Arqueó una ceja y se acercó lo más que pudo a mi puesto, pero no tomó asiento en las sillas de visitas, era asqueroso el olor a cigarro que llegaba aun así faltando cerca de un metro para llegar a mi.

-No veo el porqué yo debería de gustarle, le ruego que utilice formalidades, estamos en el trabajo. 

 Sip, defnitivamente sus intenciones no estaban siendo buenas. 

-Tranquila fierecilla, vine a traer estos papeles- Una fila de documentos reposó en la mesa y lo pude ver desde arriba intentando mirar en el escote de mi blusa- En la empresa entera está el rumor de que te acuestas con el jefe, por eso te ascendieron tan rápido. Claro que los que estábamos en la fiesta sabemos muy bien que pasó, a pesar de las amenazas del CEO para que no soltemos la sopa, pero va a ser muy difícil callar esa bomba, y más aún a esta boca -Dijo señalándose a su rostro.

A veces deseo no ser tan estúpida y defenderme más. Pero el maldito miedo calándome los huesos y trayéndome malos recuerdos me invade haciéndo de mi una completa inútil. 

-¿Cuál es tu precio fierecilla? Dime, ¿cuánto dinero por una noche? habemos más de uno que nos morimos de ganas por seguirle los pasos al jefe y llevarse una pollita amarilla tan linda a la cama -Estaba tan cerca y me tenía sostenida por la barbilla, nos seguía separando el escritorio, el cual él estaba casi encima, una lágrima comenzó a brotar de mis ojos y comencé a mover mi cabeza de un lado a otro en señal de negación a pesar que a penas podía con  la presión de sus dedos largos en los costados. 

-Suéltame por favor -Supliqué con un mar de lágrimas en mis mejillas y los ojos apretados porque no quería mirar, lo sentía demasiado cerca y el olor tan desagradable que emanaba me revolvió el estómago a pesar de que mi concentración estaba enfocada en el dolor que me provocaba su tacto.

Se escuchó la puerta de fondo cerrarse de golpe y lo siguiente que sentí fue un tirón al frente provocado por Perkins en un intento de alguien más de alejarlo de mi. 

-¿Qué haces idiota?- Esa voz, era él, él me salvó. Abrí lentamente los ojos y lo ví, su porte elegante contrastaba con la situación que tenía delante.

Noah agarrado del cuello del traje del señor  Perkins.

El puño del CEO estaba alzado en el aire con intenciones de romper la mueca de miedo que tenía reflejado el jefe de contabilidad. 

-Por favor no lo hagas- Logré pronunciar luego de ver que la lucha interna del señor Thompson por golpear o no a mi atacante se había vuelto en contra del otro e iba a comenzar la pelea. 

Bajó el puño y me miró como si recién se hubiese percatado de mi presencia. La rabia que hasta ahora estaba instalada en sus pupilas se aclaró y tras un brusco empujón se apartó del otro hombre. 

Lo ví apretar los dientes como si quisiera aguantar una maldición -Demás está decir que si esta escena se repite con cualquier mujer  del edificio usted estará automáticamente en la calle -Su voz era tensa, y una punzada me atravesó el pecho, quizás fue la decepción de saber que aquella imitación a superhéroe la haría con cualquiera que perteneciera a su empresa. 

El señor Perkins aceptó sin siquiera dirigirle la palabra y  se encaminó a la puerta principal la cuál dejó atrás después de un sonoro tirón. 

Mientras Noah seguía parado en medio de la oficina debatiéndose algo en su cabeza, quizás el hecho de que se arrepentía de casi haber  golpeado a uno de sus mejores empleados por alguien como yo, o por sabrá Dios que cosas.

 En estos momentos me hubiese hecho falta la ayuda de mi abuela que no se si era porque yo era muy pequeña y le creía todo o porque en realidad  tenía razón y leía las mentes de todas las personas para saber que rayos pasaba por la suya.

Los ojos del CEO se devolvieron a mi y bajé la cabeza -Perdón por meterte en problemas, te juro que...  -Intenté justificarme aun con la voz quebrada, presa del miedo, pero no pude continuar, su brusco regaño me frenó.

-¿Cómo mierdas me vas a pedir perdón Eva?- Me tuteó extremadamente irritado. -Ese malnacido quería aprovecharse de ti ¿y me pides perdón? ¿Qué acaso no sabes gritar? Podía haber entrado alguien antes y ayudarte. 

¿Saben cómo se siente una niña pequeña cuando sus padres la regañan? Así estaba yo en estos momentos, confundida, nauseabunda y regañada. 

-¿Por qué no te defendiste? ¿Tus padres no te enseñaron el daño que pueden llegar a hacer los viejos verdes en esos caso? ¿Qué acaso no te dijeron que no dejaras que extraños se acercaran a ti? 

-No tuvieron tiempo, vale. No todos tuvimos el privilegio de crecer con ellos, además, yo me sé defender sola, solo necesitaba más tiempo-¿Acaso estaba tomando el papel de papá en el juego? ¿Quién se creía para hablarme como si fuera mi progenitor?

Miró un extremo a otro de la habitación incómodo en lo que se acomodaba la corbata que estaba suelta del encontronazo -Lo siento,  pero esta clase de  situaciones no me agradan. A veces no se lo que digo.  -Su intento de disculpa fue aceptado por un leve sonido en mi garganta pero él hizo caso omiso como si solo hablara consigo mismo y siguió intentando acomodar la tortura en su cuello, parecía nervioso, así que me acerqué a él a intentar ayudar. Suavemente aparté sus manos, que cedieron ante mi toque que imagino estaba  congelado.

-Yo te ayudo. 

La cercanía me dejaba apreciar su perfume y se sentía realmente agradable y en paz, la verdad estaba empezando a amar ese olor tan masculino y a la vez divino a colonia con toques de madera y menta, su respiración seguía agitada y me dificultaba un poco cerrar el nudo, aunque quizás también era porque mis manos temblaban y ni siquiera medí lo que estaba haciendo hasta que fue demasiado tarde. 

Cuando terminé y mis manos viajaron por su pecho en un intento de alisar la corbata, descargas  eléctricas se deslizaron por mis dedos, no se si se debían a la estática de aquella tela de una calidad superior a las que había visto en mi vida, o por el hecho de la tensión entre ambos. 

Luego de segundos de haber terminado mi tarea sus manos aprisionaron las mías, y mis ojos verdes, un tanto asustados y cristalizados todavía por las lágrimas levantaron la mirada a los 1:90 cm que tenía delante de mi, para encontrarme unos azules con varias emociones mezcladas, entre ellas diría que confusión. 

Su respiración se podía sentir perfectamente desde mi posición, y de manera agitada pasó a ser un tanto intensa y entrecortada en lo que se le oscurecían los iris color cielo, y fracciones de segundos bastaron para que comenzara  a descender lentamente sin apartar la vista de mí como si ambas miradas tuvieran imanes opuestos intentando unirse por el magnetismo.

Bastaron otros segundos más que parecieron eternidades para que sus labios rojos y carnosos tocaran precaminosos los míos y los acariciara como si fuese seda, de un lado a otro, provocando cosquillas en la parte baja de mi estómago, que ya de por si parecía que tenía una zoológico entero dando vueltas. 

Una leve succión en  el labio bajo provocó más en mi que todos los orgasmos que había tenido antes, fue como una revolución de sensaciones que se esparció por todo mi cuerpo a medida que aumentaba la intensidad y el deseo.

En otras palabras, con solo un beso mi jefe provocó más placer que todo el que había sentido en mi vida. A partir de aquí, ya no había marcha atrás, después de ese beso me di cuenta que estaba enamorada de Noah Thompson hasta la última molécula de mi organismo, solo me quedaba una opción para no morir sin ser correspondida, una opción que parecía ser la cosa más imposible del mundo; descubrir como enamorar al CEO.

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