69.
Después de unos minutos, ella volvió a quedarse sola. Aunque Arturo le había recomendado reposo absoluto durante al menos un día más, la ansiedad la consumía. No sentía el apoyo de su familia, ni del padre de su hijo. Ambos la consideraban una traidora.
Mientras tanto, Damián llegaba al castillo. El Rey estaba reunido con sus consejeros, así que Damián le entregó discretamente un pequeño trozo de papiro en el que había escrito: “Ella volvió”. El Rey entendió de inmediato. Se levantó con urgencia.
—Debo retirarme. Continuaremos esta reunión más tarde —anunció. Sin esperar respuestas, salió acompañado de su hijo.
—¿Dónde está? —preguntó el Rey en cuanto estuvieron a solas.
—En casa de Arturo. Pero debemos hablar antes de que la veas…
—Lo haremos después. Ahora, quiero asegurarme de que está bien.
—Padre…
—No importa lo que sea, puede esperar —dijo firmemente mientras subía al carruaje.
En casa de Arturo, Mariel ya se había dado un baño caliente, con algo de ayuda.
—Espero que esto relaje