Capítulo 8

La odiaba, pero una cosa es lo que su mente decía y otra, lo que su corazón gritaba en ese momento al verla en ese estado vulnerable. Los recuerdos de cuando eran niños y las pesadillas la atormentaban.

«¿Dónde quedó mi princesa atrevida que no se dejaba de nadie?», se preguntó al verla inconsciente y que con solo unas palabras de ese hombre tuviera ese efecto en ella.

La señora del servicio no sale de la habitación, como si temiera que Izan le hiciera daño. Izan la mira sin gracia alguna, negando, y en eso llega Pavel con el botiquín de primeros auxilios.

— Sabes lo que debes hacer. Quiero saberlo todo, hasta el más mínimo detalle, y también de ese imbécil. Quiero que le demos una visita amigable.

Pavel curva sus labios con malicia y asiente, Pavel es una máquina de matar con ojos azules como el cielo.

— Por supuesto, señor. La orden ya está en marcha.

El alcohol en el algodón arde al tocar la piel de Alana, pero ella apenas lo nota. Sus mejillas enrojecidas y su cabello rubio esp
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