Capítulo 6

Capítulo 6

Luego de un largo recorrido a través de la ciudad, llegamos a una enorme mansión que parece sacada de una película. Connor se abaja primero y mantiene la puerta abierta para mí. Salgo del auto mirando su casa con asombro e incredulidad.  

—Ven, entremos —me invita poniendo su mano en mi espalda baja como si fuera algo natural entre nosotros. Esta es la segunda vez que me toca, y no voy a engañarme diciendo que no me gusta, porque es todo lo contrario.

Nerviosa, camino hacia la puerta de la mansión seguida por él. Alguien abre antes de que lleguemos; una mujer de mediana edad, piel morena y un cabello cenizo con presencia de canas, me da la bienvenida con una sonrisa amplia y me invita a pasar. Miro a Connor y él asiente dos veces con gesto estoico. Cruzo la puerta y avanzo solo algunos pasos, los suficientes para que él pueda entrar, y miro todo con estupor. Nunca estuve en una casa tan inmensa como esta, mucho menos en una donde cada mueble y adorno debe costar todo mi salario de un año en el club. Es que hasta me da miedo tocar algo, si llego a romper una cosa, me convertiré en la esclava de Connor de por vida.

—La habitación de la señorita García está lista, como pidió —anuncia la mujer mirando a Connor.

—Gracias, Carmen, le avisaré para que le lleve de comer.

Carmen asiente y se va, dejándome sola con Connor. Él me indica a dónde debo ir y, una vez más, lleva su mano a mi espalda como si necesitara tocarme. Debería reclamárselo, pero, siendo honesta, no me molesta que lo haga. Nos dirigimos a las escaleras y aparta la mano de mi espalda cuando comienzo a subir. Al llegar arriba, me guia hasta la habitación que destinó para mí y me abre la puerta, sosteniéndola hasta que paso. Entro y lo primero que noto es la hermosa vista del lago Washington, que se muestra a través del amplio ventanal de suelo a techo como si de una pintura se tratara.

—¿Te gusta? Puedo mandar a cambiarla si algo no es de tu agrado —menciona a mi lado.

—Así está perfecta, es una habitación preciosa, Connor. Gracias —contesto con una sonrisa de oreja a oreja. Nunca imaginé que alguna vez dormiría en una habitación como esta, es sorprendente, tiene una enorme cama ubicada en el centro de la habitación que está cubierta con una sábana color crema muy bonita. Al frente, hay un televisor unas cincuenta pulgadas colgado en la pared. A la derecha, en la esquina, se encuentra un sofá orejero rosa claro sobre una alfombra blanca felpuda y, al lado, una lámpara de pie metalizada.

—Todo es nuevo, me mudé hace poco hace poco aquí, nadie ha usado antes esta habitación, tú serás la primera —me cuenta mirándome por encima del hombro.

—¿Vives solo? —Le pregunto indiscreta, aunque Connor ha husmeado en mi vida sin pedir mi permiso, es justo que me cuente sobre su él.

—Sí, aunque ahora que estás tú...

—No viviré aquí, solo soy una huésped. Me iré en un par de días —aseguro interrumpiéndolo. En cuanto pueda hablar con Kate, le pediré que me dé alojo hasta que pueda volver a trabajar.

—¿Por qué tienes tanta prisa por irte? La casa es grande, la habitación está libre, puedes quedarte el tiempo que haga falta.

—Lo agradezco, pero no creo que sea buena idea.

—El médico ordenó reposo, no puedes irte. Y no lo harás —impone como si tuviera que hacer lo que él mande—. Hay ropa en el clóset y productos de aseo personal en el baño —añade antes de caminar hacia la puerta.  

—¡No puedes obligarme a quedarme! —le grito segundos antes de que salga. No sé si me ha escuchado o no, pero no pienso hacer lo que diga.

Si se comporta como mi dueño sin que haya aceptado su propuesta, no imagino cómo sería si me caso con él.

Lo mejor es que me vaya, le diré a Kate que me dé hospedaje hasta que pueda pagar una habitación, ella es la única que puede ayudarme. Pasaré esta noche aquí y mañana me iré.   

Con esa decisión en mente, busco algo de ropa en el closet antes de tomar una ducha. Y no es que esté haciendo lo que el todopoderoso de Connor Brooks diga, la verdad, me urge bañarme y cambiarme este feo uniforme por algo más cómodo y bonito.

—¡Híjole, hay un chingo de ropa aquí! —pronuncio estupefacta. Solo el closet mide más que mi habitación en México. Hay blusas, vestidos, faldas, pantalones, jeans, shorts, zapatos, lencería, pijamas, ¡y todo de mi talla! Es una locura, no puedo creer que sea cierto. El señor controlador ha pensado en todo, se ha tomado demasiadas molestias por mí, y no puedo dejar de preguntarme por qué. Pero no quiero pensar en eso en este momento, quiero disfrutarlo mientras dure. Elijo un vestido rosado y me lo pruebo enseguida, elijo unos zapatos que combinen y camino en el armario como si estuviera en una pasarela. Me miro en el espejo ubicado al final del pasillo y sonrío, me encanta como me queda el vestido, se amolda a mi silueta a la perfección, como si lo hubieran hecho a mi medida.

Tocan la puerta de la habitación y me sobresalto porque estaba distraída. ¿Será él? Me apresuro a abrir y veo a una muchacha de cabello cenizo y ojos cafés sosteniendo en sus manos una bandeja. La dejo pasar y lleva la bandeja a la mesita. Le doy las gracias y hace un gesto con la cabeza de reverencia antes de irse.

 Curiosa, quito la tapa de la bandeja y descubro con sorpresa que se trata de una hamburguesa de doble carne, patatas fritas y una malteada de chocolate. ¡Esto ya es demasiado! Connor sabe hasta lo que me gusta comer.

Mi estómago gruñe y comienzo a devorar todo enseguida, estaba famélica. 

Más tarde, la misma empleada doméstica, vuelve para retirar la bandeja y me entrega un teléfono móvil que me ha enviado Connor junto con los medicamentos que me recetaron.  

—Si me necesita, puede enviarme un mensaje, soy Mary, el señor Brooks agendó mi número en su teléfono.

 —Muchas gracias, Mary.

—Para servirle, señorita —responde con un asentimiento.

—Dime Olivia, por favor —le pido con amabilidad.

—El señor Brooks no lo permite —replica con una disculpa en su mirada.

—¿En serio? —enarco una ceja. Ella asiente juntando los labios—. Bueno, pero él no tiene porqué saberlo, tú dime Olivia, quedará entre nosotras —propongo con un guiño.

—No puedo, lo siento —se disculpa nerviosa y sale de la habitación como si la persiguiera un una legión de zombis.

Connor debe ser un jefe terrible si esa pobre chica se ha ido así de asustada. Ahora estoy más convencida de que debo marcharme.

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