FLeur Lambert
Nunca en mi vida me había levantado por tanto ruido, por alguna razón se escucha música en esta casa y no entiendo cómo es que puedan escuchar cuando justo ayer tuvieron fiesta hasta las dos de la madrugada, gracias a todo lo cansada que estaba del viaje pude dormir sin prestarle tanta atención. Apenas me levanto arreglo la cama, abro mi maleta para buscar algo de ropa cómoda y me dirijo a tomarme una ducha; tengo un poco de dolor de cabeza así que quise lavarme el cabello, sentí un poco de alivio, cepillé mis dientes y salí del baño. Me coloqué aquel short negro que Laura una vez me regaló y un crop top blanco, dejé mi cabello húmedo para sentir fresco durante un rato, me puse un poco de labial hidratante en los labios que justamente cuando seca de coloca en un tono rosa, me gusta. Sentía a pesar de todo lo ocurrido un gran alivio; no sentía presión o tensión de estar aquí, eso era un total alivio para mí. —Buenos días, francesa — escucho la voz de Sebastián justo detrás mientras voy caminando para ir a la cocina. —Buenos días chico desconocido —dije recordando la conversación que tuvimos la noche anterior. —Yo no soy un desconocido, vives en mi casa ¿Lo recuerdas? —Claro que lo recuerdo, solo que no has sido un buen anfitrión ¿No te parece? — Repique su comentario y sentía que jugábamos como niños. —Eres buena, no te dejas. —Pensabas que era así, por favor que mala impresión di ayer. —Pobre mejor amigo de Gabriel, ese comentario lo hizo tragar en seco — soltó una risa y se adelantó dejándome atrás. Camine intentando alcanzarlo, pero no más no pude, tiene piernas largas y parece muy atlético y eso no es algo que yo tenga. Seguí pensando sobre la música que estaba sonando, sin duda seguía pensando que era muy temprano para escuchar música. Pregunté si a los vecinos no les incomodaba el ruido hasta que pude notar al salir a la terraza que varias casas tenían música puesta y ni hablar de los locales que estaban en la playa. Parece algo mucho más normal de lo que creía que era, ya veo de dónde aprendió a mi madre lo de poner música a tan solo las siete de la mañana como si no viviera nadie más en la casa o como si no tuviéramos vecinos. También recuerdo las veces que mi mamá cantaba esas canciones mientras limpiaba en casa o cocinaba, decía que estás canciones eran hermosas y que siempre le encantaba escucharlas. La animaban mucho, a decir verdad, parecía su vitamina diaria. —Fleur cariño, buenos días. — Veo a Sandra en un vestido de flores largo, recuerdo que una vez le vi uno a mi madre, pero regresé a lo que ella me hablaba. —Buenos días — mencioné con una pequeña sonrisa mientras notaba como Sebastián veía mi culo, si le gusta porque solo no lo dice y ya, que tonto. —Dime quieres huevos, salchicha u otra cosa. —No, con un poco de café y unas galletas estoy bien, no te preocupes si quiero algo más tarde yo misma lo hago. —Vaya la niña es de dietas a medias — Otra vez viene aquel chico de ojos oscuros a interrumpir mis conversaciones. —No estoy acostumbrada a desayunar apenas me levanto, siento mucho no ser como tú, que tragues desde temprano. —Lo siento tanto, pero soy hombre que hace ejercicio y comer hace parte de eso para gastar energía en el gimnasio, ya sabes ponerme mucho más bueno. — Vi como mostraba sus brazos orgullosos de su muy bien formado cuerpo. —Pues no sigas con los brazos perderás el encanto —tomé la taza de café y unas tostadas y me retiré de allí. Él es un gran chico, su cuerpo es increíble pero no me gustan los chicos con demasiados brazos, se ven un tanto asquerosos para mí gusto, me gustan que sean atléticos pero que no se vean tan exagerados. El día continuó y simplemente no quise nada más de comida, Laura despertó casi a medio día y cuando lo hizo lo único que pasó por su cabeza fue salir a alguna parte, no dejo que me cambiara decía que, así como estaba era perfecto; aproveche y compré un poco de ropa ya que no traje mucha aun cuando traje una maleta grande, no fue así. —Ahora que todos están de vacaciones en tu casa ¿qué hacen por lo general? —pregunte. —Mis padres acostumbran a salir por las noches, Sebastián pasa con su tonto amigo Elías quien por cierto le gusta jugar mucho con las chicas, te advierto por si acaso. —Creo que no lo conozco, y por lo que dices no quiero hacerlo. —El más chico de la casa pues se va a jugar con los hijos de los vecinos y yo pues salgo con mis amigos algunas veces solo con Gabriel y días que solo quiero estar en casa. —Bueno eso suena bien ¿Y adónde iremos hoy? —Hoy iremos a la playa, por eso los bikinis. —Yo no traje porque no me dijiste, así hubiese traído debajo. —No te preocupes vengo preparada, traje uno de los míos para ti. —Si sabes que yo traje. —Si, pero esos son antiguos, tienes que vestir con lo más bello amiga, además que usas de esos que te tapan todo, teniendo un cuerpazo que lucir. —Bien si ya sabía que debía comprar unos nuevos, pero no me dio tiempo, espero que aún seamos de la misma talla. —Yo creo que sí — dijo aún con sus ojos en mi recuperándome de pies a cabeza. —¿Dónde me cambio? —ya me hacía falta meterme a la playa. —Justo allí en esa cabina —Señala una donde solo hay unas cortinas azules que nos cubren y le pedí que estuviera pendiente de que nadie abriera esa pequeña seguridad que seguro no tenía absolutamente nada. Salí luego de unos minutos con aquel vestido de baño que sentía que me quedaba bien, pero notaba como las miradas estaban justo en mí y me ponía nerviosa, Laura se acercó a mí y me dijo que fuéramos a una de esas sombrillas para broncear un poco mi blanca piel, sentía una relajación total que sentí como mis ojos se cerraron y se concentraron en el sonido de las olas, los niños jugando y ni hablar de la música que hacía a muchos bailar desde sus lugares. —No pensé encontrarte aquí, Fleur —abro mis ojos y justo con la mirada cerca de la mía estaba Sebastián, dijo mi nombre, dijo mi nombre. Repetía incontables veces y lo bien que se escuchaba que él lo dijera, y vi su abdomen al descubierto, mire a mi lado y note que Laura no estaba allí. —¿Dónde está Laura? —le pregunté a él y con su dedo señaló, hablaba con alguien que no era Gabriel. —Está con mi amigo, pero no te preocupes regresará pronto. —¿Y tú qué haces aquí? —Iba caminando por aquí cuando noté que mi querida hermana estaba aquí con una chica de buen cuerpo, pero no sabía que eras tú. —¿Te decepcionaste? —le pregunté — por qué si es así puedes seguir con tu camino. —¿Por qué lo estaría? Dije que vi a alguien con un buen cuerpo, no dije que por qué eras tú no lo fuera ya. Además, este rojo, se te ve increíble — sentí que un par de sus dedos caminaban por mi abdomen y eso se sentía muy bien. —Supe por tu hermana que estás soltero — dije mordiendo un poco mi labio inferior gracias a los pequeños roces que iban subiendo hasta que sentí que estaba en medio de mis pechos. —¿Por qué la inquietud? — sonrió — te intereso un poco — mencionó y se acercó a mi oído, sentí su respiración tan cerca que con el roce de sus caricias me estaban haciendo perder la compostura y lo peor era que nadie me había hecho sentir de esa forma nunca. —Curiosidad, dijo que le encantaría verme contigo así que me dio un poco de interés saber que tan cierto era eso de ser el chico soltero de la familia. —Y parece que tú quieres estar conmigo a solas, tus ojos me están comiendo mi bella francesa. — Logré ver cómo se lamían sus labios, se veía tan sexi haciéndolo que mi pecho se acelera cada vez más que antes por la tensión que se formaba en medio de los dos. —No busco cosas de una noche mi querido Sebastián, si eso quieres vas a tener que buscarte a otra — le contesté mientras con mi mano acariciaba su pecho al mismo tiempo que me levantaba del asiento para ir hasta Laura y pedirle que nos fuéramos a bañar. —Nadie dijo que fueras de una noche o dos —gritó Sebastián y yo solo lo ignoré. Caminé hasta donde Laura y le pedí irnos a bañar, me tomó de la mano y caminamos juntas hasta la playa. —¿Por qué me dejaste sola? — le pregunté. —No te deje sola, te deje con mi hermano. —Lo que sea no debiste irte a hablar con otro chico. —No exageres por favor solo diviértete y no le prestes mucha atención a las tonterías que diga mi hermano, él solo es un tonto que no sabe hablar con chicas aún. —¿Aún? —pregunte. —Si, aún porque vi que hablaba contigo y juro que fue la conversación más larga que le haya visto a mi pobre hermano. Sebastián una vez tuvo una novia él la quería mucho, pero ella lo dejó porque él se concentraba mucho en la universidad y ya no podían salir como antes, para ella eso no fue de su total agrado ya que no había semana en la que esos dos no lo estuvieran, y ese espacio le hizo creer a ambos que estar juntos no era bien y todo terminó justo el año pasado, y en lo que va corriendo de este a él no se le ha visto con nadie. —¿Y ella? ¿Ya tiene a alguien en su vida? —Si, tiene como cuatro meses con ese chico. —Vaya lo olvidó rápido. —Digamos que sí, aunque eso ocurre cuando no estás enamorado y él tampoco lo estaba, no le dio para nada duro el hecho de haber terminado esa relación, incluso cuando ya tenían como tres años juntos. —Se les acabó el amor. —Correcto — dijo Laura zambulléndose en el agua y yo estaba allí dentro, pero viendo desde ese lugar a Sebastián con sus gafas oscuras sentado justo donde yo me encontraba antes con su hermana. No podía dejar de sentir esa sensación de sus dedos caminar por mi cuerpo, su respiración y voz tan cerca de mí haciéndome sentir como si el agua fuera quien caminara por mi piel, no sentí que lo hiciera de mala gana o por molestar, sentí que era algo que él también quería, fue entonces que me pregunte porque no accedo si también me encantaría sentir sus labios junto a los míos y sentir el calor de un verano abrasador en él. Él levantó sus gafas y me miró, guiñó un ojo mientras lanzaba un beso en el aire, sentí que era para mí aun cuando no decía mi nombre por ningún lado. Laura salió del agua y yo le hice señas de que quería zambullirme un poco también y así fue. El agua se sentía fresca aun cuando el sol estaba en todo su esplendor, miraba el reflejo de la luz en el agua y mis manos jugaban en ella como niña chiquita hasta que sentí que unas manos tocaban mis hombros, voltee a ver quién había sido el atrevido que me tocó cuando veo aquellos ojos oscuros, Sebastián me miraba fijamente y yo solo veía lo sexi que se veía con el cabello húmedo, las pequeñas gotas de agua caminando por todo su cuerpo, queriendo ser una de ellas justo ahora y recorrer cada centímetro de él, moría por sentirlo tan cerca de mí sintiendo el fuego que ambos comenzábamos a crear entre madera mojada. No había garantía de que lo mantendría así de encendido, pero me sentía con ganas de tocar y quemar mis manos entre aquellas llamas que la pasión y tensión de los dos comenzaba a surgir sin previo aviso, nadie nos advirtió que estas vacaciones serían tan diferentes.