Sebastián Dradas
Verla en aquel vestido de baño rojo resaltando el color de su piel, aquel cabello húmedo que se adhería a su cuerpo de una manera tan exquisita atrayendo la vista de todos hacia ella, mientras ves como cada gota que recorre su cuerpo de principio a fin; deseando ser por lo menos una de las tantas que trae encima y admirar cada centímetro de su cuerpo como si fuese el cuadro más caro de un museo de arte, ella es como otra obra de arte tan sencilla pero llena de tantas alucinaciones que te enloquecen por completo.
—Te la estás comiendo con los ojos hermanito. —Mi hermana interrumpe cada una de las cosas que pasaba por mi mente de lo que podía hacerle a ella sin duda alguna.
—¿De qué hablas? — Tenía que hacerme el desentendido.
—No te hagas el idiota, sabes perfectamente de qué hablo.
—Pues está buena no lo niego — admití frente a mi hermana.
—Solo no se te ocurra la idea de empezar a ser como Elías con ella porque te juro que te golpeó, y no bromeó.
—Sabes que no so