Dimitrios se recostó en la cama, su cuerpo aún caliente de la pasión compartida con Amara. La luna iluminaba débilmente la habitación, creando sombras que jugaban sobre las paredes, pero su mente no podía calmarse, seguía vibrando con cada pensamiento relacionado con ella.
Amara. Una mujer que había entrado en su vida de una manera que jamás imaginó. Y ahora, acostado junto a ella, con su cuerpo aún cerca, podía sentir cómo su presencia lo consumía por completo.
En la oscuridad, él observó su rostro mientras ella dormía, completamente relajada después de la tormenta de pasión que acababan de compartir. Sus pensamientos eran una mezcla de admiración, deseo y una sensación de posesión que no podía quitarse de encima.
Amara no era como las demás mujeres con las que había estado. Ella no solo era hermosa, era una fuerza de la naturaleza, una mujer que sabía lo que quería, que no tenía miedo de tomar lo que deseaba, y en la cama… era pura dinamita. Cada beso, cada movimiento suyo le record