—Diego sorprendió al escuchar mi risa. Por primera vez, yo desafiaba su autoridad como Alfa.
Sonreí con una sonrisa irónicay puse los ojos en blanco.
—Eres un bastardo arrogante y engreído.
Diego estaba tan furioso que se quedó sin palabras. Permaneció allí, señalándome con el dedo, pero no se atrevía a golpear a su compañera.
Estaba a punto de alejarme cuando de repente me agarró la muñeca con una fuerza aplastante.
—Isabella, no voy a permitir que me dejes otra vez. Mi única misión hoy es llevar a mi compañera a casa.
—No lo entiendes. Cuando pensé que te había perdido, mi lobo estaba agonizando. Me volvíaloco pensando en ti.
—No me importa cómo intentes provocarme esta vez. Este Alfa no va a retroceder.
Qué ridículo. ¿A quién creía estar impresionando con esta repentina demostración de cariño?
Liberé mi brazo de un tirón.
—¿Quién te crees que eres? ¿Tienes algún derecho a darme órdenes?
Resopló, su arrogancia de Alfa volviendo a manifestarse.
—Soy el Alfa. Yo decido qué derechos ten