Punto de vista de Isabella
—Pero pudiste conocerlo, aunque fuera por poco tiempo. Y durante ese breve momento, fuiste su madre.
—Está bien. Habrá otros hijos. El linaje de los Mendoza no terminará.
Suspiró, su rostro lleno de dolor por mí.
—Pero si una sola de esas lágrimas es por ese bastardo, entonces están desperdiciadas.
—Te dije que no te emparejaras con él. Pero eras tan terca. Incluso estabas dispuesta a cortar lazos conmigo solo para estar con él.
Asomé la cabeza desde debajo de las sábanas. Al ver el rostro de mi padre, ahora más envejecido después de tantos años, no pude evitar llorar de nuevo.
—Me equivoqué, papá —sollocé—. Por favor, perdóname por haber sido tan imprudente.
—No lloro por él. Lloro por el bebé que perdí.
Mi padre secó suavemente mis lágrimas, su poderosa presencia de Alfa ablandándose completamente por su hija.
—Oh, mi niña. Eres mi única hija, lo más precioso que tengo. Por supuesto que te perdono.
Entonces sus ojos se endurecieron, su naturaleza protecto