Capítulo 3

Zacarias y el resto de mis guardaespaldas me felicitan para luego decirme donde hemos quedado con mi familia y los otros dos, sé donde es porque es la cafetería a la que he ido esta mañana para pedir mi café y donde ese chico ha intentado coquetear conmigo.

Aparco la moto y bostezo con fuerza, seriamente necesito dormir porque estoy agotada, muy agotada, aunque la sensación de la mini competición con mi hermano todavía no ha desaparecido y me gusta, me encanta sentir ese cosquilleo de emoción.

Entro a la cafetería y de inmediato reconozco a mi familia, le doy un beso en la mejilla a cada uno, saludo a los intrusos porque ante la molestia y mis pocas ganas de relacionarme con nadie, primero está la educación que mi padre me dio, y en ella debía saludar a todo el mundo por poco que me gustara.

- No puedo creer que ya tengan dieciocho años.- dice papá con falsas tristeza.

- Eres un dramático.- hablamos Andrea y yo a la vez.

Nos miramos y chocamos los cinco mientras que papá y Caleb ruedan los ojos, lo de hablar a la vez es mucho más común de lo que algunos creen, nos acostumbramos desde bien pequeños y pensamos muy parecido o lo hacíamos.

- A veces dan miedo.

- ¿Por qué lindo papi?- me burlo de él y Andrea no puede reprimir la carcajada que yo ya preveía.

- No te rías.

- Es que...- no puede y vuelve a reírse.- Es que no se de que tienen miedo, Nikey y yo siempre hemos sido así, siempre hablamos al mismo tiempo.

Sin poder evitarlo río a carcajadas, las caras de papá y Caleb son un completo cuadro, están asustados, sorprendidos, agradecidos y diez sentimientos más, lo que los hace muy cómicos ante mis ojos.

Andrea se sujeta la barriga intentado parar pero al igual que yo no puede, enserio intentamos dejar de reírnos de los hombres que nos han criado pero es que no ayudan, sus caras cada vez son de mayor indignación y a nosotros dos solo nos causa más risa.

- ¿Tenemos cara de payaso?- pregunta Caleb a la defensiva.

- En estos momentos si.- respondemos a la vez nuevamente.

- Enserio dejen de hacer eso.- ordena papá.

- Es divertido.

- Déjalos Henry, solo tienen dieciocho años, déjalos vivir.

Dejo de inmediato dejo reír. Papá y Andrea palidecen y Caleb se da cuenta del terrible error que ha cometido al decir lo que ha dicho.

- Ni...

- Me voy.

Me levanto corriendo de la silla y salgo con la misma velocidad de la cafetería, ya le pediré a la cocinera que me prepare algo rápido, no puedo estar ahí dentro, me estoy ahogando.

Mis ojos pican por las lágrimas que me impido a derramar, la he olvidado, m****a, por un momento he dejado su recuerdo de lado y la he olvidado, esto no puede pasarme, yo no puedo olvidarla, me niego a hacerlo, me niego a avanzar si eso significa dejarla de lado, no volver a recordarla y olvidarme de su risa, sus fuerzas y de la forma en la que me aminaba, no puedo simplemente, solo pensar en olvidarla hace que mi corazón se estruje y llore nuevamente su perdida.

Me subo a la moto y conduzco sin saber si mis guardaespaldas me siguen o no, tampoco me importa porque no pienso hablar con ninguno de ellos, no quiero hablar más que con la cocinera para que me haga algo de comer y no irme con el estómago vacío a dormir, no me gusta la sensación y menos después de el esfuerzo realizado encima de la moto de carrera.

Aparco la moto en su lugar y me bajo con la misma velocidad, sigo triste y colérica, mi mente no me ayuda repitiéndome una y otra vez que es mi puta culpa, que yo la he olvidado, Caleb solo me ha avisado sin darse cuenta de ello, no lo culpo ni estoy enfadada, solo quiero apagar mis pensamientos y sino fuera por mi norma "antes de una carrera no hay sexo", puedo jurar que iría a cualquier bar o club para conseguirá un pobre inútil que distrajera mi mente y la llenará únicamente de gemidos, jadeos y placer, nunca debí buscar el sexo para despejar mi mente de mis pensamientos destructivos pero una vez hecho, ya no puedo volver atrás.

- Nikey...- no lo dejo continuar.

- Busca una pastilla para dormir, voy a necesitarla.- le ordeno.

Entro a la casa sin esperar a que otro de ellos tenga la valentía suficiente para dirigirme la palabra, putos cobardes de m****a, hace poco menos de dos años ellos bromeaban conmigo, intentaban que me sintiera mejor, luego me dieron por perdida y ahora me temen, no entiendo el porque y tampoco quiero saberlo, simplemente disfruto que me dejen hacer lo que a mi me de la real gana.

- Señorita Hofer.- me saluda la cocinera.

- Hágame algo de cenar en lo que tardo en ducharme.

- ¿Tengo que hacer más comida?- no me gusta el tono utilizado, no es mi madre para utilizar un tono de advertencia, a ella se le paga por cocinar y si yo traigo a alguien no es de su incumbencia.

- Métase en sus propios asuntos, jamás tendrá que hacer de comer para una de mis aventuras.- espeto furiosa.- Recuerde que nuestra relación es solo de empleada e hija del jefe.

- Antes no eras así.- me enfrenta.

- Me da igual como yo era antes, esto es lo que queda de mi.- la ira se nota en mi voz.- Si te gusta bien y si no puedes irte, ya conseguiré otra cocinera.

Me doy la vuelta y cierro con fuerza la puerta de la cocina, los guardaespaldas que estaban escuchando como putos metiches, vuelven rápido a sus posiciones intentado que yo no note que estaban escuchando. Ruedo los ojos internamente, podré ser mil cosas pero tonta no entra entre ellas.

Subo las escaleras ignorando mis turbios pensamientos, me quito la ropa con mucha rapidez y me meto debajo del agua fría para dejar mis pensamientos de lado por un rato, solo pido veinte minutos de silencio, no pido más.

Debo dejar de culparme del accidente, no lo fue, jamás lo será, este tipo de cosas pasan con más frecuencia de la que a veces queremos admitir, por desgracia me tocó a mi, yo tuve la mala suerte ese día o bueno parte de la mala suerte.

Salgo de la ducha y cojo las tijeras y las miro, las miro por al menos quince minutos y al final lo hago, esto como algunos dicen es un mental breakdown. 

Veo caer el primer mechón de pelo y no me siento mal, la verdades que incluso me gusta, me agrada hacer esto.

Cuando voy a por el siguiente tocan la puerta de mi habitación y luego pasan, Zacarias y Dante se quedan muy quietos cuando me ven sin ropa, nada, ni siquiera ropa interior, pero rápido dejan de ver mi cuerpo, al menos todavía me tienen respeto.

- Veníamos a dejarte esto.- estira su mano para que yo vea la pastilla para el sueño.

- Córtame el pelo Zacarias.

- Yo...

- No me vengas con esas, sé que sabes cortar el pelo, hazlo.

Intentado evitar bajar sus ojos a mi cuerpo, él se pone detrás de mi silla y comienza a cortar mi pelo hasta dejarlo por encima de mis hombros, lo quiero más corto pero de momentos voy a dejarlo así, no quiero obligar a Zacarias a cortarlo más.

- Gracias a ambos por la pastilla y el corte.- ellos cierran los ojos cuando me levanto.

Niego con un a pequeña sonrisa, muchos de los guardaespaldas me ven como la hija malcriada de papá, sobre todo aquellas nuevas incorporaciones después del accidente. A ellos jamás se le informó del porque de mi comportamiento y es que no quiero que nadie me mire con lástima o con compasión. Aquellos guardaespaldas y empleados que están desde antes del accidente, aquellos que vieron a Nikey Hofer, a la verdadera, simplemente me dejan sola con mi dolor, me ven como una hermana pequeña a la que quisieran ayudar pero que se niega a recibir ayuda.

- No tienes porque darlas.

- ¿Han cenado?

- Si, la señora Smith tenía comida para nosotros.- me informa rápidamente Dante.

Ando por la habitación y me pongo rápidamente mi pijama de osos, si, de osos, es muy cómodo por muy infantil que suene, además, fue un regalo de Caleb en navidades, un regalo extraño porque el pantalón deja la mitad de mi culo al descubierto, pero como yo siempre llevo este tipo de pijamas, no le dije nada, y digo además que es raro porque él suele reñirme mucho por los pantalones, según él distraigo a los empleados, pero no es mi culpa si ellos no saben guardar sus pollas y no tener sueños húmedos con la hija adolescente de su jefe.

Bajo las escaleras con el nuevo corte de pelo y mojado, podría resfriarme sino fuera por el calor infernal de Los Ángeles, esto es insoportable, prefiero el clima frío de Suiza, pero no quiero volver a casa, no todavía.

- Aquí tiene su cena señorita.

Miro al chico queme ha servido la cena, él intenta mantener el contacto visual y debo reconocer que es de los que más tiempo me lo han aguantado, pero al final cede como todos y mueve las manos sin saber que hacer, no puede irse hasta que yo se lo diga y él lo sabe.

- Dile a la señora Smith que salga.

- Ahora mismo.

El chico desaparece rápido y yo me siento en mi lugar de siempre para comenzar con mi cena, sé que como siempre estará espectacular pero los pensamientos han vuelto a mi cabeza y con ellos mis pocas ganas de comer, joder, mi cabeza no me deja tranquila ni media hora.

- ¿Me ha llamado?- asiento.

- He sido descortés antes, pero mi vida personal y lo que yo haga en ella no es de tu incumbencia, así que te pido amablemente que no vuelvas a cuestionarme de esa forma.- ella me mira sorprendida, no iba a gritarle, sé cuando me he pasado.

- Si señorita, yo lamento haber insinuado lo que he insinuado.- dice cabizbaja.- Disfrute de su cena de cumpleaños.

- Dile al chico que me traiga un vaso con agua.

- Enseguida.

Ella se va y el chico aparece rápido, y yo lo dejo perderse también rápido, no tengo ganas de intimidarlo ni de que nadie, además de mis guardaespaldas, me vean mientras estoy cenando, es poco raro que las personas se queden viendo como comes y ellos no, al menos para mi es incómodo, pero con el pasar de los años me he ido acostumbrando a ello.

Termino la cena y de inmediato me tomo la pastilla para dormir, cuanto antes me haga efecto, más tiempo dormiré y mañana me levantaré en mejores condiciones, no estaré tan cansada y mi carrera será de diez, todo perfecto.

- Nikey..- miro a papá.- ¿Qué te has hecho?- pregunta mirando mi pelo.

- ¿No lo ves? Me corté el pelo.- digo obvia.

- Cuida ese tono Nikey.- me advierte en tono autoritario, ese que le sirve para intimidar a todo el mundo menos a mi.

- ¿Necesitas algo?

- Cielo, Caleb...

- Sí está preocupado porque yo esté molesta con él, puedes calmarlo, no lo estoy.- me levanto de la mesa para irme a dormir.- Buenas noches papá.- dejo un beso en su mejilla.

- Buenas noches Nikey.- dice dándome un beso de vuelta en mi mejilla.

Subo corriendo las escaleras, no sé donde está Andrea, y no me gusta dormirme sin darle las buenas noches, puede que él haya aparcado el coche y por eso no estaba con papá, pero mis ojos pesan demasiado para intentar esperar a que él venga a darme las buenas noches, así que con las pocas energías que me quedan desbloqueo mi teléfono y le mando un mensaje.

Nikiniki: Buenas noches, feliz cumpleaños nuevamente.

Nikiniki: Te amo Andrea.

Apago el teléfono sin esperar su respuesta, tengo muy claro que mis ojos no van a aguantar tanto tiempo abiertos.

***

Roberto Cavalli no deja de mirarme mientras que yo intento concentrarme en una carrera de categoría inferior a la mía, me está poniendo nerviosa, no me gusta que me miren tanto tiempo y de forma tan detenida, es muy incómodo y violento, además me mira de una forma que no puedo descifrar.

- Señor Cavalli, ¿pasa algo?- me giro y lo encaro.

- ¿Por qué te has cortado el pelo?- ruedo los ojos internamente.

- Porque me apetecía, estaba harta del pelo largo, además estorba para correr.

- Ayer no parecía que te estorbara mucho.

- Bueno pues hoy si.- zanjo la conversación pero él no deja de mirarme.

Decido ignorar la mirada de mi team manager, y me preparo mentalmente para la carrera que tengo en veinte minutos, no tengo tiempo para distracciones y menos para confusiones, no sé lo que quiere pero puedo asegurar que de mi no va a tener nada de nada.

- Nikey.- me giro para ver al jefe.

- Señor Cavalli.

- Llámame solo Dominik.- me dice con una sonrisa que yo correspondo pero de forma tímida.

- ¿Puedo ayudarle en algo?- niega.

- Solo venía a ver si estabas mejor que ayer.

- Lo estoy, no tiene nada de lo que preocuparse.

- Vamos.- corta Raúl.

Salgo del box con el mono abierto, me dan igual las miradas en estos momentos, hace mucho calor y el mono no ayuda en nada, se pega a mi piel sudorosa pero no voy a quejarme, no cuando voy a estar cuarenta y cinco minutos subida encima de esta preciosidad azul, voy a disfrutar y a intentar ganar, soy una ganadora pero si hoy no puedo no pasa nada, en la siguiente se podrá.

- Me gusta tu corte.- me dice Raúl.

Al menos a alguien le ha gustado, papá hizo una mueca, Andrea dijo que prefería el pelo largo y Caleb ni me dirigió la palabra, según dice papá todavía se siente mal, es estúpido pero de nada sirve contradecir aun adulto de treinta y ocho años. Si, Caleb y mi padre son jóvenes y tan solo veinte años mayores que Andrea y yo, y no han dejado de correr, pero este año se lo han tomado para dejarme respirar, para darme el tiempo lejos de casa que les pedí.

- ¿Lista?

- Siempre.

Veo a los otros diecinueve pilotos, entre los que se encuentran mi hermano y su nuevo amigo, respiro para no enfadarme, vuelvo a repetirme que él tiene derecho a hacer amigos aunque yo me niegue a hacer los míos propios.

Estiro antes de ponerme el casco y aislarme del mundo, ya me da igual quien me hable, me dan igual las ordenes de equipo, yo ahora soy la que manda, soy quien va encima de la moto y el resto me importa poco.

- Tu puedes.- me alientan, no sé quien.

Los mecánicos van despejando la parrilla para que hagamos la vuelta de calentamiento y posteriormente comencemos la carrera.

Los semáforos se apagan y con ello yo me enciendo, veo a mi hermano en la primera recta pero lo adelanto en la curva, este enfrentamiento va a ir para largo, pero primero tenemos que alejarnos del tercero, así no tendremos que preocuparnos porque él nos adelante en un despiste a ambos.

Consigo despegarme un poco de mi hermano y él lo pilla, sabe que quiero quitarme al piloto que llevamos detrás, puedo imaginarme a mi hermano sonreír al ver que quiero jugar, él pensaba que en esta por ser la primera carrera no íbamos a dar que hablar pero está muy equivocado.

Conseguimos sacarle una ventaja de tres segundos y medio al tercero, no es mucho pero si lo suficiente para nosotros.

Mi moto va al límite y me da un aviso de eso, consigo no caerme de milagro y mi hermano aprovecha eso para sacarme casi un segundo de ventaja, me relajo un poco a pesar de que solo quedan cinco vueltas pero si le exijo a la moto mucho justo después de casi caerme, al final si que voy a caerme, mi rueda delantera está demasiado caliente.

Quedan dos vueltas para el final y aprovecho que mi hermano no aprendió de ayer y le adelanto en el mismo sitio que ayer.

Paso la línea de meta primera y justo detrás pasa mi hermano, a dos décimas de mi pero la victoria es mía.

Mi hermano se alinea conmigo cuando ya hemos pasado la línea de meta y me felicita, chocamos los puños como es costumbre y damos una vuelta más al circuito antes de meternos por el pit lane.

Aparco la moto y nada más bajarme me tiro contra mis mecánicos, que esperan eufóricos para recibirme, adoro la sensación, estoy enamorada de las carreras.

- Esa es mi niña.- puedo oír la voz de mi padre a través del casco.

- Has estado genial Nikey, pero nos has asustado.- dice Caleb haciendo referencia a mi casi caída.

- ¿Ya me hablas?- digo sin quitarme el casco.

- Lo siento, pensé...

- No es tu culpa, estoy bien, no te preocupes.

Vuelvo a suelo y me quito el casco dejándolo encima de una pequeña mesa, el tercero ya no es el tercero sino otro chico, no tengo ni la menor idea de que ha pasado con el otro.

- Felicidades.- me dice el chico.- Pensaba que tu hermano iba a ganarte.

- En alguna carrera lo hará.- digo quitándome la goma del pelo, estoy toda sudada.

- Seguro, sois un espectáculo digno de ver.

- Gracias.- dice mi hermano por detrás mientras me abraza y me despega del suelo.

Cada uno se va a sus respectivas entrevistas, después subimos al podio, en el que por cierto Andrea y yo no podemos celebrar con Champan porque somos menores de edad, nos dieron bebidas energéticas, tantos años esperando a cumplir los dieciocho para poder celebrar como el resto y aquí en Estados Unidos no tenemos la edad para hacerlo.

Bajo y doy más entrevistas para luego ir a mi motorhome, tengo muchas ganas de ducharme, no me gusta estar tan sudada, parece que no, pero esta carrera me ha costado horrores, había algo en la moto con lo que no me sentía del todo cómoda, pero he conseguido mi objetivo, demasiado fácil para mi gusto y me temo que eso es porque nos han subestimado a mi y a mi hermano pero bueno, voy a esperar a que despierten y me hagan frente, las carreras fáciles no me gustan, me aburren, no hay emoción de ningún tipo.

- Eh.- me giro antes de entrar para ver a Dominik Cavalli.- Sabía que podías.

- Gracias por confiar en mi y por lo de ayer.

- No dudes en hablar conmigo Nikey, soy tu amigo no tu enemigo.- asiento aunque mi corazón se estruja cuando dice "amigo", yo no tengo de eso, no sino contamos con Andrea.

Me doy una larga ducha antes de ponerme mi ropa, la siguiente carrera es en dos semanas, es en California pero en otra ciudad, por lo que tendremos que quedarnos en un hotel desde el viernes hasta el domingo que volvamos a esta casa.

Leia este capítulo gratuitamente no aplicativo >

Capítulos relacionados

Último capítulo