Ese domingo en la mañana trasladaron al abuelo José Ignacio a la mansión Murrié, pues sus pulmones habían mejorado y las últimas semanas había dejado de depender de la mascarilla de oxígeno. Pero casi todos los músculos de su cuerpo los tenía inmovilizados, solo podía parpadear; sus labios intentaba moverlos, pero los tenía igualmente inmovilizados, miss intentaba hablar solo salían sonidos extraños de su garganta.
Lo subieron a la que sería su habitación, Inés, Altagracia e Ignacio estuvieron presentes Mientras lo acomodaban. Altagracia con una voz cargada de entusiasmo le dijo:
—Aquí vas a estar mucho mejor tío, con todos nosotros. —él solo movió sus ojos se quedó mirándola fijamente, su mente estaba intacta y sabía quién era cada uno de los que estaban presentes en aquella habitación, observó por un momento a sus dos sobrinas y a su hijo, luego desvío la mirada hacia nada.
Nadie podía saber lo que el anciano estaba pensando por dentro, su rostro inmóvil no tenía ningún tipo de ex