5. La prima Lola.

—Ojo que Filiberto me dijo que, si íbamos a tomar un café para pascuas, ¿tú lo crees Emily?, ¿yo saliendo con Filiberto?, si cuando estábamos en cuarto grado se comía los mocos.  Y el muy indigno todavía se le ocurre decir que ya no se comía los mocos desde que paso a sexto grado como si con eso yo iba aceptar que saliera con él. Y no solo eso Emily, me dijo que me llevaba a mi restaurante favorito y que no me preocupara por la cuenta porque tenía dinero de sobra, y es verdad ya ves que está podrido en dinero.

» Y…! Emily! ¡¿Me estás haciendo caso o no?! —pregunto Lola en el altavoz del iPhone que estaba en el mesón de la cocina.

Emily se había pasado la última media hora escuchando o intentando escuchar los problemas de Dolores, a quien de Cariño le decían Lola, su prima era la definición de dramática y sobre todo una persona extrovertida y excéntrica. Los problemas de Lola tenían un nivel de gravedad, entre son lo suficientemente preocupantes tipo: Me han captado copiando en medio examen y estoy reportada por un mes a que no encuentra el mismo par de calcetines y sale con los zapatos al pelo.

—Si. Si, Lola te estoy escuchando —mintió mientras se dirigía al frigorífico para buscar que comer. Abrió la puerta del refrigerador y saco una botella de agua mineral, el jamón serrano, el queso cottage, aceitunas y la mayonesa para hacerse un sándwich.

Cerro la puerta con el pie y puso las cosas a lado del teléfono.

—Entonces dices que le dijiste que no, porque se sacaba los mocos en cuarto grado verdad —continuo la conversación como si en realidad le interesara.

—No. Si acepte su cita —comento Lola tras un suspiro por medio de la línea—. Antes de que me juzgues, y en mi defensa, sabes que el restaurante que me gusta es muy difícil la reserva y pues él tiene una este sábado y yo solo pude obtener una hasta dentro de dos meses Emily. No es justo —se quejó.

Emily embarro el pan integral con la mayonesa y la mostaza para colocar el jamón y untar el queso. Debía dejarlo, pero tenía tanta hambre y no quería esperar hasta la cena para comer algo rico y aún más enfrente de Stella y Dimitri.  Coloco la otra tapa de pan y tapo la mayonesa con la tapa del frasco.  Amarro de nueva cuenta el pan y lo metió a la alacena y cuando ya estuvo limpio le dio un mordisco.

—Mm… —exclamó entre bocado—. Vas a salir con él.

—Si. Pero solo porque me lleva al mejor restaurante en Paris —excuso, mientras soltaba un chillido de alegría—. Y porque me mando un reloj de Cartier.

Emily rio mientras le daba otro mordisco al sándwich.

—Es un Cartier —alabo Emily mientras se limpiaba las boronas de pan en el pantalón—. Aunque yo prefiero diamantes y más si son de Harry Winston o Tiffany ´s

—Qué interesada eres Emily —reprocho su prima con una sonrisa—. Pero es verdad, los diamantes enamoran más que las flores.

Emily le dio un último mordisco al Sándwich y se limpió el resto del aderezo que manchaba sus labios al pasar la lengua.

—Lo dice la que acepto una cita por un Cartier —bromeo mientras llevaba el plato al lavar. Abrió el grifo y dejo que el agua fluyera por la vajilla.

—Emily —llamo su prima.

—Mm.

—¿Cómo estás? —pregunto Lola con miedo a como reaccionara.

Emily dejo la esponja y el plato a medio lavar y cerro la llave.

—¿A qué te refieres?  —ignoro el cuestionamiento como si no supiera a que se refería Lola.

—A la boda, ya sabes a Stella y Dimitri… —susurro inquieta.  Emily no la veía, pero sabía que su prima en ese momento se había cruzado de piernas y pescaba el teléfono con más seguridad para no perderse de nada.

Dejo salir un suspiro y se limpió las manos con el trapo de cocina más cerca que dejaba Dorotea para secar las manos.

—Se casaron Lola, yo ya no puedo hacer nada —confeso—. No es como si le fuera a robar el marido.

—¿Por qué no?, Stella es una hija de perra, si bien que sabía que estabas colada por él.

—Lola… —puso las manos en jarras.

—Es la verdad —aseguro—. Yo no te haría eso, ¡Emily por dios!, le acababas de decir que tenías planeado invitarlo para la cena de navidad y Stella lo beso al día siguiente y lo invito a salir.

—Se enamoró —excuso—, y no me refiero a Emily, si no a él.

Lola chasqueo la lengua.

—Es un idiota, apuesto 50 dólares a que terminaran en divorcio —afirmo casi segura de sus palabras.

—No lo sé —tomo el Iphone en las manos y miro detenidamente la pantalla donde marcaba 45 minutos de llamada—. Se ve que se quieren de verdad.

—Stella solo quiere ser el centro de atención Emily, no me sorprendería que se quisiera ligar un novio tuyo aun ella casada.

Emily escucho con atención las palabras que salían de la boca de su prima, y es que, aunque su hermana y ella no fueran las grandes amigas, por ningún momento la odiaba, al contrario, creía que podían llevarse bien, tal vez no les gustase las mismas cosas, pero tenían el mismo gusto en hombres.

Y Stella no tenía la culpa de que Dimitri se fijase en su hermana y no en Emily.

—Lola… —llamo, cuestionándose si debía contarle o no—. Me propusieron matrimonio.

—¡¿Qué m****a?¡—exclamo sorprendida—. ¿Quién?, ¿Cómo? ¡Emily!

—Fue en la boda —confeso—. Me bese sin querer con Stephan.

—Wao, Wao, Espera… ¿Qué Stephan?, ¡El Stephan!, ese… al que tanto odias. —exclamo su prima casi gritando por saber más.

Emily tuvo que separar el teléfono del auricular o se iba a quedar sorda y lo paso al otro lado de la oreja.

—Si ese Stephan —respondió resignada.

—Cuenta absolutamente todo —exigió.

—Nada, ya sabes, me puse borracha hasta las chanclas lo tire a la piscina de la casa, según él yo lo bese y luego Dorotea me lo confirmo. Y me propuso ser su esposa de contrato por un año y un finiquito de matrimonio por 50 mil millones y el papel protagónico de mi vida.

—¡joder! —vocifero emocionada —. Yo quiero que mi marido me diga que me dará 50 millones solo por ser su esposa de nombre. Y ¿Qué le dijiste? —pregunto Lola emocionada.

—Nada, que estaba loco y que lo iba a pensar.

—¿Y qué esperas? —inquirió—. ¿Qué se arrepienta? Por dios Emily es un adonis ese hombre, yo hasta le suspiro. ¿Has visto sus ojos?

Emily rodo los ojos y se puso una mano a la cadera.

—Sí y son hermosos, pero eso no es el caso.

—Y… ¿entonces?, apuesto a que el sexo es grandioso. Solo imagínalo Lily, es la lotería ganada.

Emily no pudo evitarlo y la imagen de tener a Stephan encima de ella besándola y haciéndola suya la hizo tener un escalofrió por toda la espalda baja.

—Emily te dejo tengo que colgar, me acabo de acordar que tengo una cita con el peluquero y necesito cerrar ciclos. Nos vemos, chao besitos.

Colgó.

Solo el sonido del colgado sonaba en la línea y Emily solo toco el botón de apagado antes de siquiera ver de nuevo su teléfono. Su prima tenía razón, tenía que pensar muy bien las cosas, sobre el matrimonio, el dinero y el papel protagónico que Stephan le ofrecía. Puede que no ocupase el dinero, pero ella quería independizarse y vivir lejos de su madre aún más después de la boda. No quería vivir en el mismo ático que su hermana y su prometido y tampoco quería vivir en los Hamptons.

Con los 50 mil millones de dólares podría comprarse un departamento con la mano en la cintura y sin la necesidad de mover un dedo.

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