Capítulo veintiuno. Decepcionado
Michael no podía creer lo qué sus ojos estaban viendo. Él no podría borrar aquella imagen de su cabeza en mucho, mucho tiempo. Y es que él jamás se habría imaginado que Ryan, su mejor amigo y su hija. ¡Infierno!
—¡Vístete, Emma! —gritó rojo por el enfado.
Michael Collins no sabía exactamente lo que estaba sintiendo en esos momentos, quería coger a Ryan del cuello y molerlo a golpes. Pero no se atrevía a dar un solo paso para no ver a su hija de aquella manera.
—Los espero en la sala de juntas —dijo saliendo del lugar.
Emma y Ryan estaban petrificados por lo que había sucedido. Ninguno de los dos jamás se hubiera imaginado que Michael llegara y los sorprendiera de aquella manera.
—Papá va a matarnos —susurró Emma.
La muchacha tenía la boca seca y el corazón le latía fuerte como un tambor dentro de su pecho y estaba segura de que ya no era por lo que acaban de hacer. Si no por el miedo de enfrentar a su padre.
—Será mejor que nos demos prisa, bonita. Hablaré con tu padre, no entres. Pas