El fuerte aroma de alcohol despertó a Myriam, parpadeó y lo primero que vio fue unos ojos azules similares a los de Anthony, entonces recordó lo que había pasado.
—¿Se siente mejor señorita Bennett? —indagó el jefe de recursos humanos.
Ella asintió y luego observó a Gerald confundida, no sabía a ciencia cierta quien era él en realidad, y qué hacía ahí, eso no podía ser una coincidencia. Myriam se estremeció y lo supo, la nota que ella le envió fue clara, y conociéndolo, él no se iba a quedar de brazos cruzados.
«¿Y si me quiere quitar a Tony?» pensó, y percibió un escalofrío recorrer su columna.
—Creo que la señorita necesita oxígeno —indicó Gerald, entonces el jefe de recursos humanos salió de la oficina, y los dejó solos.
—Así que ahora pretendes lavar tu conciencia —expuso Myriam sin reparos. —¿Cuánto durará tu obra de caridad? O ¿Piensas volver a humillarme despidiéndome en delante de todos? —indagó y lo enfrentó sin temor.
Gerald apretó los dientes, comprendía su enoj