CAPÍTULO 5

Decirle al hombre más cotizado de la industria de Hollywood que seguirás casada con él por compasión no tiene precio.

Es la guinda del pastel para este caos en el que me he metido.

Siempre he sido un imán para los problemas. Pero creo que esta vez me he pasado y estoy metida en uno enorme.

Por lo poco que he vislumbrado de la personalidad de mi nuevo marido. Puede darme cuenta de que es un tipo vanidoso, sabe lo que representa y por supuesto esta consiente de su atractivo.

Un engreído total.

Sin embargo, también me pregunto por qué accedí a seguir casada con él, cuándo lo que debería hacer era mandar todo al carajo e irme. Quizás porque mi ego herido no me permite exponerme de nuevo a las habladurías.

—¿De verdad Cara? —susurro acostada en la cama de la habitación de invitados.

Después de publicar el comunicado y de ir por mis cosas a la casa de Lucas, volvimos. Una sonrisa tira de mis labios al imaginar su cara cuando vea su comic de la primera aparición de Thor que le costó treinta mil dólares, hecha ceniza.

Damián amablemente me mostró la habitación que ocuparía durante este tiempo. De hecho, tenemos muchas cosas que poner sobre el acuerdo de un matrimonio.

Doy vuelta en la cama y tomo mi móvil para ver de nuevo el mensaje de Keyla.

*Necesitamos hablar en persona. Espero tu llamada. *

—Quizás mañana lo haga—susurro.

Me levanto de la cama y me acerco hasta el sofá individual que está frente a una ventana. Allí descansa mi estuche de guitarra.

Cuando le dije a Damián que debía ir si o si por mis cosas no era cierto.

No podía permitir que Lucas se hiciera con mi trabajo. No después de lo que me hizo.

Tomo el estuche y me siento en el sofá, lo abro y saco mi libreta debajo de la guitarra que siempre uso en casa. Reviso las hojas de la misma que están llenas de letras.

Las mismas que Lucas pensaba utilizar en su próximo álbum.

¿Qué dirían si supiera que el ochenta por ciento de las canciones de Lucas Jones en realidad son mías?

Estoy segura de que si la prensa lo supiera ya no sería más el chico de oro que enamora a través de sus letras. Porque sus letras en realidad son mías.

Martín lo sabe y es por eso que temía que me enterara de la infidelidad de su representado.

Maldito cobarde.

Suspiro y niego alejando las lágrimas repentinas que quieren brotar de mis ojos.

Tomo la guitarra y la toco con suavidad para no molestar a Damián que duerme en frente. Dejo que los acordes hablen y comienzo a tararear una melodía que de inmediato comienzo a garabatear en mi libreta.

Desde unos años atrás comencé a vender algunas de mis canciones a través de Keyla.

Lucas no estaba feliz, pero le dije que era una manera de generar mi propio dinero. Después de muchas discusiones me apoyo, pero con la condición de que lo hiciera con un seudónimo. Así que acepte y hasta ahora África es la autora de varias canciones que han llegado al top ten de Billboard.

Flashback.

Nena, ¿Para cuándo terminarás la última canción del álbum? inquiere Lucas llegando hasta mí. Toma asiento a mi lado en el camastro frente a la piscina.

Suspiro.

Aún me falta trabajar más en los últimos detalles.

Me rodea con su brazo y deja un beso en mis labios.

Esa es mi chicamurmura Martín quiere que las llevemos al estudio al término de la gira por nevada.

Frunzo el ceño.

Pensé que lo haríamos después de la boda hace una mueca.

Se lo dije, pero sabes lo intenso que es Martín con el trabajo.

Lucas…

Lo sé amor. Iremos a nuestro viaje de bodas sin problemas, le mostraremos las canciones y pondremos fecha para las grabaciones.

Me recargo en su pecho y miro el valle de Santa Mónica que es como una ventana al paraíso.

 Mi vida es perfecta con Lucas. Entonces, porque no me siento completa.

Hay días en los que la soledad me arropa a pesar de estar junto a este hombre que siempre ha estado a mi lado.

Fin flashback.

—Mi corazón lo sabía—susurro en el silencio de la habitación.

Duele, pero debo superarlo y encontrarme a mí misma.

Por eso acepté seguir este falo matrimonio. Sé que esto me dará el tiempo de pensar en el rumbo que mi vida debe seguir y dejar atrás la sombra de Lucas.

Una parte de mí quiere salir a la luz. Dejar a África atrás y demostrar a todos lo que soy. Sin embargo, el temor de no ser aceptada y perder lo poco que he conseguido no me deja gritarlo a los cuatro vientos.

Alejo los temores que siempre me vienen cuando reflexiono en exponer mis escritos y continúo garabateando hasta que los ojos se me cierran por si solos.

Dejo a un lado mi libreta junto a la guitarra y me voy a la cama para tratar de conseguir un poco de descanso y salir de esta pesadilla que ya se ha vuelto muy larga.

La mañana siguiente me despierto sintiéndome algo mejor, busco en mi maleta algo que ponerme y encuentro un vestido suelto y bailarinas negras.

Mi cabello lo dejo suelto y bajo para poder empezar mi día.

Al bajar espero encontrar a Damián, pero únicamente encuentro a Celeste en la cocina. La mujer me estudia en silencio.

—Buenos días —murmuro algo cohibida.

—Buenos días —responde con actitud— El señor salió y me dijo que le preparara el desayuno. Sin embargo, no sé cuál es su dieta. Tengo algunas cosas veganas en la despensa que usamos para algunos amigos del señor.

—Lo siento, pero no. No soy vegana, ni vegetariana. De hecho, me gusta desayunar de manera normal —me mira extrañada—Sí. Café con leche completa, Huevos ¿Algo de tocino? ¿Fruta?

Su expresión cambia un poco. Solamente un poco y asiente.

—En seguida le preparo algo, señora.

—Cara por favor. Llámame Cara —le pido tomando asiento en uno de los bancos frente a la isla de la cocina.

Con algo de escepticismo comienza a preparar el desayuno. La mujer está entrenada para no decir mucho y me parece algo exasperante porque yo soy una persona muy sociable.

Algo que incomodaba a Lucas.

Alejo ese pensamiento negativo. Es muy temprano para pensar en él.

Mi teléfono suena y veo que es mi madre. Es algo que no puedo posponer más. Así que me disculpo con Celeste y salgo por la puerta corredera que da a un pequeño espacio para el desayuno al aire libre y una piscina infinita que bien podría competir con una olímpica.

Recorro el lugar y encuentro un columpio doble debajo y tomo asiento antes de contestar.

—Hola mamá.

—¡Es increíble que no contestes mis llamadas Cara! —es el saludo de mi madre—No sé qué estabas creyendo—continúa—¿De verdad? Te has casado con otro hombre que apenas conoces y has dejado a Lucas después de diez años.

—Así es —respondo con simpleza.

Sé que, diga lo que diga, no aplacaré los ánimos de mi madre. Para ella, lo que digan de nosotros es importante y una mujer no debería tener ese tipo de comportamiento.

Digo, las mujeres solo nacimos para casarnos, tener hijos y llevar una casa. Ideología de m****a que Linda Taylor intento inculcarme. Cosa que nunca estuvo en mi mente

Jamás me ha perdonado, el no salir de su casa vestida de blanco. En cambio, me fui con Lucas e hicimos nuestro propio camino.

—Damián es un buen hombre —me defiendo.

Espero que sea de esa manera.

—Nada más me das disgustos —gruñe —Desde ayer, eres la comidilla de todo el pueblo y tu padre y yo estamos muy decepcionados y dolidos por tus actos impuros.

Alejo el móvil de mi oído y maldigo.

¿En serio?

Impuros.

¿Qué soy?

Una prostituta y Damián mi proxeneta.

—Mamá. Sé que nunca has aprobado mi estilo de vida— digo quedándome corta— Pero te pido que, por favor, no me juzgues. No soy perfecta como tú —mi tono es sarcástico —Eres mi madre y te quiero, pero no soy una mala persona. Soy un ser humano que se equivoca.

—Hablas igual a esas mujeres de allí. Yo crie a una buena persona ¿No sé en qué me equivoqué? Perdiste tu camino.

—¡Ya basta Linda! —escucho la voz de mi papá. El único que siempre me ha apoyado en todas mis locuras. Y me defendía de la intransigencia de mi madre.

Escucho como descuenten antes de que papá le quite el teléfono.

—Hola cariño, ¿Cómo estás? —sonrió ante el tono meloso de papá. Robert Taylor es la antítesis de mi madre. En realidad, no entiendo como terminaron juntos.

—Bien papá— respondo— ¿Ya cambiaste el techo del granero? — inquiero. Había enviado el dinero para las reformas de la casa hace años. A pesar de las distancias y el carácter de mi madre, nunca los he descuidado.

—Hace un par de días terminamos el trabajo y quedo como nuevo— sonrió —Lucy y Donna están felices —lanzo una carcajada al escuchar el tono cariñoso con el que habla de las vacas.

—Te dije que dejaras de ponerles nombres.

Bufa.

—Ya sabes que no lo haré —suspira—Dime la verdad cielo ¿Estás bien?

—Vale—digo limpiado la esquina de uno de mis ojos —Estoy bien —miento

—Sabía que ese idiota te haría algo así. Pero es un idiota por no saber apreciarte—es claro que ya leyó el comunicado de prensa. Además, Lucas nunca fue santo de su devoción.

—Papá.

—Lo es —me corta—sé que no te gusta hablar de ese empanao y te apoyo. Si decidiste dejarle y hacer lo que hiciste, confió en tu madurez.

—Gracias por apoyarme y no juzgarme —susurro emocionada.

—Pero, dile a ese esposo tuyo, que lo quiero aquí en la granja. Ya veremos que tan hombre es.

—¡Por Dios papá! —me rio. No me imagino a Damián ordeñando vacas, menos dando de comer a los cerdos.

—Tienes que venir con él— dice al fin— Eso calmara los ánimos de tu madre y aplacara las habladurías del pueblo.

—Lo hablaré con él —anuncio. Me despido de él y cuando cuelgo, me quedo mirando el bello paisaje frente a mí.

Las palabras de mamá me entristecen y molestan a la vez.

Sin embargo, sonrió al imaginar a Damián ordeñando una vaca.

No creo que sea algo que alguien haya visto antes.

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