James se le queda mirando dulcemente. Cuando despertó y se enteró que su madre lo había desposado con una completa desconocida, no tenía ni idea de lo mucho que sus sentimientos hacia ella avanzarían.
Le resultaba de locos lo mucho que las cosas habían cambiado pero, en esta ocasión, era para bien. Estaba enamorado de Stella y ella de él. Ambos estaban caminando en la misma dirección y eso lo hacía feliz.
—Deberías ir a arreglarte, se nos va a hacer tarde y los anfitriones tienen que llegar a tiempo —le dijo colocando un mechón rebelde de cabello detrás de su oreja.
—¡Mierda! Es verdad, me olvidé por completo de buscar un vestido.
Stella había estado tan concentrada en lo que sucedería esa noche y en el papel que tenía que desempeñar que se le había pasado por completo buscar su vestido.
—Menos mal que te compré algunos para que pudieras elegir, están en tu clóset —anuncia James sonriendo, sintiéndose orgulloso de su decisión— Si puedo opinar, me gusta mucho cómo el color rojo resalta