Selene jamás pensó que una joven como ella, la hija de una empleada doméstica, sin padre y sin futuro, podría ser merecedora del amor de Hermes Brixton, el hijo de en medio de los jefes de su madre. -Ten- Dijo Hermes, separando una Luna y un sol por la mitad, colocando en su cuello del collar con el dije del sol- Cada vez que lo veas, quiero que recuerdes cuanto te amo. ¿Qué más podía pedir? Lo que no esperaba era quedar embarazada a sus tan solo 17 años. — -Si yo fuera padre a esta edad, me moriría, sería la peor noticia de todas, como una piedra en mi camino.- dijo Hermes a su hermano mayor, sin saber que Selene estaba escuchando detrás de la puerta. Había sido muy bueno para ser cierto…
Leer másSelene ató su cabello azabache en una coleta, dejándolo caer sobre su espalda encorvada sobre el suelo de mármol que estaba lustrando con frenesí.
-Apúrate hija, sabes que a la patrona le gusta que se vea su reflejo- ordenó su madre, también de rodillas contra el frío suelo.
-Sí mami- respondió pasando la cera hasta el punto de que pudo ver sus facciones casi a la perfección. Su piel transpirada y blanquecina, sus mejillas rojas por el esfuerzo, sus labios redondos y rosados y sus grandes ojos negros llenos de vida por tener tan solo 17 años.
-¡Sele Sele!- Gritó Midas, el hijo menor de los Brixton, quien corrió embarrando todo el trabajo de horas de esfuerzo.
-¡Midas! ¡Maldito niño!- chilló Selene, dándole un coscorrón en la cabeza- Manchaste todo el mármol, idiota.
El joven abrió grandes los ojos al ver el desastre que había hecho- ¡Perdón Sele!- Sollozó- Te juro que voy a ayudarte.- suplicó tomando del balde una esponja con espuma.
-¡Para nada señorito!-. Se apresuró a decir su madre, quitándole la esponja- Usted vaya que el desayuno ya debe estar hecho, no se preocupe por nada.- dijo nerviosa, bajando la mirada.
Selene lo miró mal y le sacó la lengua- Anda vete, luego vas a ver- Lo amenazó en broma.
Midas sonrió ampliamente y se fue corriendo. Selene suspiró y comenzó una vez más el trabajo.
-¿Qué te dije de hablar con los hijos de los patrones?- exclamó furiosa su madre.
-Pero mamá… es Midas… es como un hermanito para mí.- Protestó.
-No… ni lo pienses señorita. Te he dicho mil veces que no puedes dirigirles la palabra, ni siquiera verlos a los ojos. Solo di “Si señor Brixton, Si señora Brixton” a lo que sea que te pidan. Nada de nombres ¿Entiendes? ¡¿Y qué es eso de tocarlo y usar palabrotas?! ¿Quieres que terminemos en la calle?.
-No mamá, no quiero…-
-Ahora ve a la cocina, de seguro Agatha necesita ayuda con el desayuno, sabes bien que a los patrones les gusta que la comida ya esté en la mesa cuando se sienten-
-Si mamá-
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Selene entró a la cocina de la mansión de los Brixton donde su mejor amiga, Agatha, se encargaba de las cuatro comidas diarias de los herederos y sus ricos padres- ¡Agatha! ¿Necesitas ayuda?- dijo abrazando a su amiga por detrás.-
-Ya terminé- exclamó colocando una taza de café humeante sobre una bandeja junto con varios postres exquisitos que los empleados tenían prohibido comer (El mayordomo de la casa los tenía contados)- Justo terminé el desayuno de Hermes- Dijo guiñandole el ojo.
Selene se sonrojó y sacó de debajo de su uniforme gris un pequeño papel doblado por la mitad que deslizó debajo del platito de la taza de café.
Agatha le sonrió en complicidad y salió de allí con la bandeja y la nota secreta.
Ya no tenían que decirse nada. Agatha sabía del romance secreto de su amiga y Hermes, el hijo de en medio de los Brixton. El lugar de encuentro secreto era el antiguo granero abandonado de la mansión.
—
Era medianoche cuando Selene se escabulló fuera de su cama, no sin antes estar segura de que su madre estuviera profundamente dormida en la cama junto a la suya. Con sigilo, caminó en puntitas de pie y atravesó el jardín trasero hasta el viejo granero. Con cuidado abrió la puerta y se deslizó dentro como un ninja.
-Hola…- dijo cuando entró y se encontró con Hermes sentado en un montículo de heno con una lámpara iluminando el lugar.
-Hola…- sonrió él haciéndole un lugar al lado suyo.
Selene se acercó lentamente como si fuera la primera vez que se veían a escondidas . Aun sentía la adrenalina del primer día y el miedo de ser descubiertos.
Ambos se miraron tímidamente, hasta que Selene acortó la distancia con un tímido beso en los labios- Te extrañé…- dijo haciendo un puchero, de esos que volvían loco al joven.
-Lo siento Sele, últimamente mi padre me ha estado obligando a acompañarlo a todas sus reuniones, no me quita la mirada de encima- dijo apenado, bajando sus hermosos ojos celestes hacia sus pies.-Preferiría estar contigo que con esos viejos aburridos que solo hablan de sí mismos.
-Está bien, entiendo…
A veces odiaba lo distintos que eran sus mundos. Ella era la hija de la empleada doméstica, que había llegado a la casa de los brixton embarazada de 7 meses y suplicando por un trabajo, después de que su padre la abandonara a su suerte. Ella ya sabía su futuro, seguiría los pasos de su madre, lustrar los pisos de marmol de los Brixton hasta la muerte.
En cambio, Hermes había nacido en cuna de oro. Proclamado como el heredero de la fortuna de los Brixton. Sabía tres idiomas a la perfección, se había instruido en las más interesantes y sofisticadas artes y deportes, y a sus 18 años iba a ingresar a la mejor universidad de todas. Además era hermoso, tanto que Selene no podía entender cómo había volteado a verla. Era alto, delgado, pero con los músculos definidos, con el cabello rizado y brillante color chocolate y esos ojos celestes que parecían tener luz propia, y ni hablar de su sonrisa, aquella que solo era para ella.
Hermes notó la tristeza en la mirada de su amada, por lo que revolvió en el bolsillo de su chamarra en búsqueda de algo-Quería darte algo…- dijo nervioso.
Selene miró con curiosidad una pequeña bolsita de tela de terciopelo rojo con una cinta dorada y la abrió con cuidado- No es la gran cosa… en realidad es una baratija- dijo avergonzado- Lo encontré en una feria, pero cuando lo vi…- dijo sacando un dije mitad media luna mitad sol- No pude evitar pensar que éramos nosotros. ¿No crees?
Selene observó el hermoso dije sin aliento. La luna y el sol, destinados a estar siempre separados, pero fundiéndose en los eclipses, por tan solo unos instantes. Así eran ellos, un amor destinado a ser fugaz.
Hermes partió a la mitad la joya, separando el sol de la luna- ¿Puedo?- dijo temiendo ser rechazado.
Selene corrió su largo cabello hacia un costado, dejando al descubierto su cuello - Claro…-
Con las manos temblorosas, Hermes envolvió el delgado cuello de su amada con un hilo negro del que colgaba el sol que representaba el corazón ardiente y apasionado del joven. Luego, Selene tomó el hilo con la luna que representaba su misteriosa mirada y su belleza etérea y se lo ató al cuello bronceado- Es hermoso…- dijo admirando el sol brillante contra su pecho.
-Tu eres hermosa- exclamó besándola con pasión.
Selene respondió al beso y lo intensificó, aferrándose de la nuca de Hermes atrayéndolo más a su cuerpo. El frío del granero había desaparecido, sus cuerpos adolescentes estaban calientes de deseo- Sele…- dijo Hermes, frenando el beso y alejándose unos centímetros.
-¿Qué?-
-No quiero apresurar las cosas- dijo rojo hasta las orejas.
-¿Tú no quieres esto?
-¡Si que quiero! Pero no quiero presionarte- dijo preocupado- Puedo esperar…
-Hermes… ya esperamos dos años- dijo sintiendo su corazón latir con fuerza contra su pecho- Ya estoy lista.
-¿Estás segura?
-Si… Si es contigo, no tengo por qué temer.
El joven volvió a besarla y poco a poco cayeron al suelo esponjoso por el heno donde hicieron el amor por primera vez.
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Ambos yacían completamente desnudos, de no ser por los collares que colgaban en sus pechos.-¿Cuándo vamos a poder amarnos líbremente?- dijo Selene con dolor en su corazón.
Hermes los cubrió a ambos con su chamarra y besó su frente con cariño. -Pronto mi amor… pronto- susurró con cariño y dolor- Tan solo debes ser paciente.
Selene cerró los ojos y grabó cada detalle de esa noche especial en su mente. Hermes la había tratado como si fuera la cosa más valiosa y delicada que existía en el mundo, la había mirado con deseo y amor en sus ojos, la había tratado con cuidado, siendo paciente, yendo despacio, sin importar tener que esperar. Había sido maravilloso.
-Te amo…- susurró Selene, al darse cuenta de lo afortunada que era.
-Yo tambien te amo-
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-¡¿Por qué él y no yo?!- Gritó Dionisio, el hermano mayor de los Brixton-
-Porque Hermes tiene que aprender como es el negocio, ya hablamos de esto.- dijo el líder de los Brixton-
-¡Pero es un niño! ¡Yo ya soy mayor de edad y sé cómo manejar la empresa!- protestó poniéndose rojo de la ira.
-Ya está decidido- dijo girando su silla hacia la ventana que daba al jardín.
Dionisio cerró con fuerza sus puños hasta que temblaron- ¿Por qué él y no yo?- gruñó.
-Ya eres grande para formar tu propia familia- Sentenció sin voltearse hacia el joven rubio- Ya demasiados años he permitido que sigas viviendo bajo mi techo con todos los lujos. Es hora de que tengas tus propios hijos como yo lo hice a tu edad ¿No crees?-
Dionisio sintió cómo la bilis le subía por la garganta por la sola idea de imaginarse casado con una mujer insoportable y un niño caprichoso- Si, padre…- respondió saliendo de la oficina con un solo objetivo, hacer la vida de Hermes lo más miserable posible, solo tenía que encontrar su punto débil.
-Leo… deja que tu hermana coloque la estrella, tú lo hiciste el año pasado- Dijo Selene mientras miraba por el visor de la cámara de fotos a sus dos hijos y a su esposo. El chico hizo puchero, pero cuando vio los grandes ojos negros y brillantes de su hermanita de tres años, supo que no podía negarse a esa mirada compradora que él mismo le había enseñado a utilizar- Está bien- dijo dándole a la pequeña el adorno final que faltaba para que el gran árbol de navidad estuviera completo.-Déjame que te ayude, Cielo- Dijo Hermes tomándo a la niña por la cintura y alzándola hacia la cima del arbol para que la colocara. -Esperen…- Dijo Selene acomodando la cámara y poniendo el temporizador. Luego corrió a reunirse con ellos- ¡Sonrían!-Sus dos hijos y su esposo sonrieron a la cámara, y finalmente Cielo puso la estrella, algo chueca, pero perfecta. -¡Ahora las luces!- Exclamó Leo, apretando el botón de encendido. El árbol brilló hermosamente, llenando los ojos de la niña de pequeños destell
Las cosas fueron hacia arriba a partir de ese momento. Selene y Hermes comenzaron a buscar el hogar perfecto para vivir, ni muy cerca del centro, pero tampoco tan lejos de la civilización, especialmente por los niños. Porque Leónidas tenía a sus amigos y su colegio en el centro. Además, Selene quería estar cerca de su amiga. Aún no se había ido, pero ya la extrañaba. Leónidas se unió a la búsqueda con entusiasmo, rechazando una gran cantidad de casas anticuadas y que no tenían un jardín lo suficientemente grande para que pudiera jugar al fútbol con su padre o sus amigos. Selene estaba de acuerdo con eso y Hermes simplemente no podía decirle que no a su hijo mayor. Finalmente, luego de una larga búsqueda, se toparon con la casa perfecta. Y no, no era una mansión ni nada parecido a eso. Era una casa sencilla, con un piso arriba con cuatro cuartos. Uno para el matrimonio, uno para Leónidas (el más grande) uno para la niña cuando creciera y un cuarto de invitados. Además, tenía una co
-La pequeña cada día se parece más a tí, Sele- dijo Agatha terminando de cerrar el pañal que le habia cambiado- Selene sonrió, asomándose a contemplar los grandes ojos redondos y negros de su hija. Además del cabello negro que comenzaba a crecer en su cabecita. La joven balbuceó, sacudiendo un sonajero sobre la niña, haciéndola reír- Aunque la sonrisa es la de Hermes. -Hablando de Hermes… ¿Cómo están las cosas entre ustedes? Selene cargó a su niña en sus brazos y la meció para hacerla dormir- Hemos estado yendo despacio, tú sabes algunas salidas para ponernos al día, más que nada con los niños. Aun no hemos tenido momentos a solas- dijo sonrojada. -Pero…¿Piensan irse a vivir los cuatro juntos? No es que los esté echando, sabes que me encanta tenerlos cerca, pero es lo que siempre has querido.-Lo sé…- suspiró la mujer- De hecho, Leónidas está entusiasmado en pasar más tiempo con su padre, espera ansioso a que lo visite. -¿Entonces?- Enarcó una ceja- ¿Ya vendiste la casa no? Con e
-¿Estás segura?, quizás deberíamos volver otro día- dijo Hermes frente a la puerta de la casa de su hermano. -Quiero hacerlo ahora, sino nunca más voy a tener el valor de entrar- dijo Selene abriendo la puerta de la casa. Un silencio abrumador y el frío por la larga ausencia le dio escalofríos en todo el cuerpo. El lugar que por mucho tiempo había sido su hogar ahora parecía desconocido para ella. Lentamente caminó por el living, contemplando las fotografías que allí estaban colgadas, de años de recuerdos. La azabache las delcolgó y las guardó una por una en una caja. En su mayoría eran fotografías de Leónidas en el pasar de los años. Hermes tomó una en la que se veían solo las manos de Selene quien lo estaba ayudando a dar sus primeros pasos. Se había perdido de tanto y ese tiempo jamás lo iba a poder recuperar. -Es igual a tí- Murmuró Selene asomándose por su costado y apoyando su cabeza en su hombro- Recuerdo la foto que tu madre tenía en el comedor y son idénticas.-Si…- dijo
Para su hermano, Hermes eligió un campo verde lejos de la ciudad. Un cementerio tranquilo, solo con árboles y placas en el suelo de todos los difuntos. Si bien tenía su espacio en el panteón familiar, prefirió que Dionisio descansara en paz lejos de la presión de sus padres y del apellido. Hermes se agachó frente a la placa de su hermano, que le recordaba que había muerto joven, a sus tan solo 32 años. Lentamente, dejó un ramo de flores sobre el pasto y volvió hacia donde estaba su hijo mayor, que sostenía la mano de su madre, quien tenía a Cielo durmiendo en sus brazos. Hermes se sintió alividado de que por lo menos ella no estuviera enterada de todo lo malo que había ocurrido. Convirtiéndose en la esperanza de la familia. -Adios hermano. Quizás en otra vida podamos ser más unidos- dijo con un nudo en la garganta. Selene se mantuvo en silencio contemplando la lápida del hombre que había arruinado su vida, con quien había construído una familia en base a las mentiras de ambos. El
-¿Cómo están mis hijos doctora?- Preguntó Selene junto con Hermes. Los niños estaban durmiendo en una habitación privada que Hermes había pagado con todas las comodidades. Si bien Dionisio y Hera ya no estaban para hacerles daño, pero aun así ya no quería correr más riesgos. Además, sus niños merecían lo mejor. -Los niños están en perfectas condiciones. Pero les recomiendo que pasen la noche aquí para poder vigilarlos durante toda la noche- Exclamó sonriendo- Tienen una niña muy hermosa y sana. Los felicito.La pareja intercambió miradas llenas de amor entre ellos- Gracias doctora. La doctora se retiró, dejándolos solos en la habitación. -¿Qué ocurre Selene?- preguntó Hermes al verla mirando la luna a través de la ventana con una expresión de nerviosismo. -Aún no le he dicho a Leo lo de su padre- Murmuró mirando de reojo a su niño que estaba concentrado jugando a los videojuegos. -¿Quieres que los deje solos así hablas más tranquila?- Preguntó preocupado. Selene entrelazó su p
Último capítulo