Christhopher apretaba los puños, frustrado y rabioso. La impotencia de no saber dónde estaba Luciana lo consumía, y ver la inacción de la policía solo intensificaba su enojo. Había contratado a varios hombres que estaban dispuestos a seguir sus órdenes, porque había llegado a la conclusión de que por la vía legal no conseguiría nada. Raúl jugaba sucio, y él estaba dispuesto a hacer lo necesario para recuperar a Luciana.
Alessio y su padre, Rodrigo, estaban en la misma habitación, observándolo. Rodrigo mantenía una expresión seria, tratando de mantener la calma, aunque en sus ojos se notaba la preocupación por su hijo y la situación en la que estaban envueltos.
—Necesitas calmarte, Chris —le dijo Rodrigo, con voz firme pero comprensiva—. Ya la policía está involucrada, y están al tanto de que Raúl sigue vivo. Vamos a encontrar a Luciana, pero no podemos perder la cabeza ahora.
Christhopher negó con la cabeza, la mandíbula apretada por la rabia contenida.
—No puedo calmarme, papá. Yo la