Camelia sonrió mientras pellizcaba suavemente la mejilla de su hijo, diciendo, —¿Quién es el pequeño al que le encanta que lo carguen tanto? No todos tienen tiempo para llevarte en brazos. Todo es culpa de tu papá, que te malcría y siempre te tiene en brazos.
Cuando Egbert se convirtió en papá, cada vez que Victor empezaba a llorar, él inmediatamente lo cargaba.
Esto provocaba que, cada vez que Victor se acostaba en cama, se despertara llorando.
—Y tu abuelo también te mima, es el que más te mima.
Victor sonrió a su madre.
A Camelia se le derritió el corazón. Besó la mejilla de su hijo y, al notar lo suave que era su piel, no pudo resistirse a darle un mordisquito.
Pensó que no había usado demasiado las dientes.
Pero Victor frunció los labios y empezó a llorar a gritos.
—Por Dios, hijo, solo te di un mordisquito. Tu piel es tan suave y tierna. No te mordí con fuerza, pero estás llorando como si te estuviera matando. ¿Sabías que tu abuelo venía y quería meterme en problemas?
Murmurando