Doris dijo: —Nos conocemos desde hace más de tres meses, y sabes que hago ejercicio todos los días.
—Es poco frecuente dar un paseo relajado como ahora, disfrutando de la vista nocturna de la ciudad y viendo a todos precipitarse hacia vidas diferentes.
—Trabajé más horas de las debidas para hacer un viaje a Wiltspoon, y me llevó diez días ajetreados hacerme un huequito en estos pocos días.
Doris no dijo nada más.
Arturo se disculpó: —Te llevaré a comer algo.
—De acuerdo.
Los dos caminaron unos diez minutos hasta el parque, donde dieron un paseo, y cuando salieron había pasado más de una hora.
Arturo le preguntó a Doris: —¿Quieres ir a comer algo ahora?
—No, me siento mucho más cómoda, y me va a estar muy mal volver a comer. No importa, dejaré que me invites algún día cuando tenga ganas de comer.
Arturo no dijo nada.
¿Cómo podría invitarla a comer si dijo que no volvería a encontrarse con ella?
Nada, no importaba lo que ella dijera.
Arturo tenía miedo de que cuando ella estuviera de mal