—Vi que no comiste mucho en el almuerzo y pensé que tendrías hambre, así que te traje una caja de pasteles recién horneados. Lo ha hecho el cocinero que solicitó el trabajo hoy, todos lo hemos probado y estamos de acuerdo en que el cocinero es muy bueno.
Belén se volvió hacia el escritorio.
Cristina la siguió.
—Estoy harta de comer lo que hacen mis cocineros, y la verdad es que no tenía mucho apetito en el almuerzo, y de verdad que no me he quedado llena.
Belén se apoyó en el escritorio, cogió la delicada bolsa que Cristina acababa de colocar y sacó de ella una caja de pasteles, que estaban exquisitamente hechos, algunas parecían flores, otras parecían flores, e incluso animalitos.
—Tan delicados y creativos, ¿están ricos? ¿Dijiste que esto fue hecho por el chef que vino a solicitar el trabajo hoy?
—Exacto. Es un forastero, pero muy joven, debe tener menos de treinta años. Belén, si no contratas a ese hombre, entonces lo contrataré yo. Es tan guapo como una estrella.
—Pero es más mascu