Siempre que Chloe salía a comer fuera, se llevaba comida que no podía terminar, y no le importaba que la gente se riera de ella.
Creció en el campo y no vivió nada infancia. No le gustaba derrochar, algo que a los demás les parecía normal.
Diez minutos más tarde, Chloe volvió a Fisher Capital en coche. Justo al llegar a la entrada, la pararon algunas personas.
Eran su madre adoptiva, Susana, y sus dos hijos.
Llevaban tiempo esperándola.
El hijo de Susana avisó a su madre cuando vio que era Chloe la que estaba en el coche, y una vez Susana aseguró que era ella, se acercó a Chloe con sus dos hijos.
Chloe aparcó lentamente el coche.
Estaban en su terreno, no les tenía miedo, y no creía que se atrevieran a hacerle nada fuera de lo normal.
Chloe bajó la ventana y preguntó fríamente: —¿Qué hacéis aquí?
—Chloe.
Susana mostró una sonrisa falsa que, a los ojos de Chloe, era peor que llorar.
Su hija biológica había muerto la noche anterior, y sería una mentira decir que no estaba triste.
—No son