—Estás tan gorda, ten cuidado que tu marido piense que eres fea y se busque una chica joven y guapa, en aquel momento llorarás
Las palabras escocieron mucho a Liberty. Estaba desesperada por encontrar un trabajo, precisamente porque su marido la había engañado por despreciarla, y había rebajado sus exigencias para un trabajo una y otra vez, sólo para luchar por conseguir la custodia de su hijo, e incluso estaba dispuesta a solicitar puestos corrientes de oficinista, pero no imaginaba que la recibieran con antipatía y sarcasmo e insultos verbales.
—¡Intenta insultarme cerda gorda otra vez!
La mujer rodeó la mesa, dio unos pasos hacia Liberty y la empujó hacia la puerta, maldiciendo sin miramientos.—¡Gorda fea, cerda, puedo insultarte diez veces, lárgate de aquí!
La ventaja de ser gorda para Liberty era que, cuando se quedaba de pie e inmóvil, la mujer no podía conseguir empujarla.
—¡Discúlpate conmigo, tienes que pedir disculpas, si no, no me iré!
La mujer estaba tan furiosa que se volv