Alejandro se levantó e intentó ir a por Quiana, pero Ismael le detuvo.
Alejandro se giró y vio que era Ismael, tuvo que contener su ansiedad y decir: —Ismael, tengo que salir a ver.
—No vayas, deja en paz a Quiana. Necesita tiempo para pensar y digerir que tus sentimientos por ella no son simplemente los de un amigo.
—Hace frío fuera, está nevando, se resfriará.
—No lo hará, estamos acostumbrados a inviernos así desde pequeños. Tú eres diferente, eres de Wiltspoon, allí el clima es más cálido. No tienes que preocuparte, deja que Quiana salga a respirar un poco de aire, que se calme y lo piense.
Ismael conocía bien a su hermana.
—De repente le confesaste tus sentimientos y ella no estaba bien preparada, así que se sintió impotente y no sabía qué hacer ni responder. Pero, ¿por qué no esperas a que el momento esté más maduro para confesárselo? ¿Crees que ella puede entender tu corazón solo con un ramo de flores?
Alejandro apretó los labios y dijo: —Precisamente porque ella no entenderá lo