Duncan cogió la mano de Liberty y la miró con ojos ardientes. Cada movimiento de ella, su sonrisa, su confianza y su porte le fascinaban cada vez más.
—Liberty...
De repente, Duncan llamó a Liberty por su nombre, con voz baja y ronca. Tentativamente, acercó la cara a la de ella y preguntó con cautela: —¿Puedo darte un beso?
La cara de Liberty enrojeció por un instante y no supo qué responder.
Ya no era una chica. Se había casado, divorciado y tenido hijo, pero no podía ocultar su timidez al oír a Duncan preguntarle tan seriamente, y su actitud tímida hizo que el corazón de Duncan volviera a latir más rápido.
Él había enamorado de ella durante mucho tiempo y sólo la había cogido de la mano, nada más íntimo.
—Liberty, ¿me puedes?
Duncan le cogió la cara y la miró a los ojos. Se acercó cada vez más a Liberty y Liberty sintió su respiración nerviosa.
Su timidez invariablemente le daba más valor a Duncan.
Al no obtener respuesta, Duncan se contuvo y le tocó suavemente los labios. Y al ver s