Enrique miró a Sandra con dolor y desesperación durante un momento antes de volver a cerrar los ojos, de verdad le dolía mucho.
Sandra no se enfadó cuando Enrique no la miró. Se levantó, se acercó a la ventana y miró hacia fuera, pensando en algo.
Si aquel hombre se hubiera quedado con ella en aquel entonces, la hubiera ayudado y se hubiera casado con ella, su vida habría sido muy feliz, pero por desgracia, él era leal para siempre a Valencia.
Incluso cuando Valencia se casó y tuvo hijas, o incluso murió, ese hombre no quiso quedarse con ella y desapareció sin dejar rastro.
Ya habían pasado décadas y Sandra tenía más de setenta años, el hombre era mayor que ella y posiblemente estuviera muerto. Para Sandra, no había de qué tenía que preocuparse.
Riin, riin...
Sonó el celular de Sandra.
Miró el identificador de llamadas y era Chloe.
Tras un momento de silencio, la contestó.
—Mamá —preguntó Chloe ansiosa—, ¿estás bien?
No repasó cómo estaba su padre, sino que se preocupó primero por su m