A menos que Liberty se encontrara en peligro, los guardaespaldas harían lo posible por avisar a sus amos.
—Gracias a Dios que estás bien, estaba muy preocupado. Liberty, estaré en Ciudad Río a las dos de la tarde.
—Pero Duncan, estoy bien, no tienes que venir.
Duncan tenía dificultades para viajar.
—Tengo que verte con mis propios ojos y asegurarme de que estás ileso antes de quedarme completamente seguro.
—Estoy muy bien, puedes preguntar a los guardaespaldas. Es tan inconveniente que salgas, no quiero que viajes tan lejos.
—Pero te echo mucho de menos, quiero verte.
Liberty no podía rebatir eso.
—Entonces ten cuidado, y si no te sientes bien, no insistas, ¿vale?
Duncan dijo con firmeza: —No soy un niño, si no me encuentro bien no saldré, no te preocupes. Nos vemos esta tarde.
—Vale, nos vemos.
Liberty colgó y suspiró.
Pensándolo bien, se sintió feliz de que alguien pensara en ella.
Duncan le aportó algo que su ex marido nunca hizo.
Tal vez en eso consistiera el amor verdadero. Hank l