—Kevin, si sigues grabándome te romperé el celular. —advirtió Luna de repente a Kevin.
Kevin dejó el celular y dijo sonriendo: —Parece que no estabas trabajando en serio, si no, ¿cómo te habrías dado cuenta de que te estaba grabando? O, ¿también me estabas apreciando?
Luna no levantó la cabeza y contestó ligera y fríamente: —¿Qué tienes de apreciar? No estás tan guapo como yo.
Kevin se calló.
Era un hombre guapo entre los hombres, pero no llegaba ni a la altura de Luna que se vestía de hombre.
—Definitivamente serías más guapa si llevaras ropa de mujer y el pelo largo. Te juro que no podría quitarte los ojos de encima.
Esta vez le toca a Luna quedarse callada.
Cuando Kevin vio que ella volvía a quedarse callada, se levantó, se acercó a ella, se sentó en su escritorio y le preguntó: —¿Quieres comer algo? ¿O un café?
—No hace falta. Tomar café ahora interferiría mi sueño por la noche.
Normalmente sólo tomaba café por la mañana cuando llegó a la empresa, no por la tarde. Hacía una siesta