Alejandro soltó una risa y dijo a Quiana: —Yo estaré orgulloso de que me mires así, jaja.
—Te lo mereces.
Riiin, riiin, riiin...
Sonó el celular de Quiana.
Al ver que era su madre la que llamaba, le dijo a Alejandro con certeza: —Debe ser que la cita a ciegas de mañana se ha cancelado.
Quiana contestó y efectivamente, Serena dijo muy enojada: —Iris es tan poco confiable. Ese hombre que ella presentó se cree todo lo que dicen los demás y no tiene ninguna opinión. Está gordo como un cerdo, pero todavía tiene la cara de comentar que mi hija es una maniática violenta.
—¡Ándate, Quiana, lucha por tu vida y búscate un novio joven, guapo y rico!
—Mamá, tranquila, ya sabía que acabaría así, por eso no me lo tomé a pecho en absoluto. Además, solo tengo veinticuatro años, no tengo por qué preocuparme. Dentro de unos años, encontraré a un hombre realmente bueno y haré que esos hombres se arrepientan.
No era la primera vez que le negaban un encuentro, Quiana se había acostumbrado.
Ninguna de las a