Serenity no sabía que mientras estaba en la ducha, su marido lo había arreglado todo.
Salió del baño y vio a Zachary sentado en la cama. Se acercó a él y, naturalmente, rodeó el cuello de Zachary con los brazos y lo sujetó en la cama, apretándose contra él.
—Cariño, me vas a calentar que hagas eso.
Le recordó Zachary a su cariñosa esposa en voz baja.
Serenity se rió y después de dejar pequeños besos sobre su cara, rodó de él sobre la cama, le dio una ligera patada y le ordenó.—Métete en la ducha, hueles a tabaco.
—Yo no he fumado.
—Entonces quizá sea que otras personas fuman, tu ropa también tiene olor a tabaco.
Zachary olfateó su ropa y no olía nada, pero si su esposa le dijo que olía a tabaco, sería la verdad, así que no le quedó más remedio que ir a ducharse y ponerse ropa limpia y fresca.
Cuando él salió, Serenity ya había quedado dormida.
Zachary miraba su rostro sereno y a veces la envidiaba.
Pasara lo que pasara, cuando se trataba de comer, beber y descansar, ella era capaz de s