Isabela dijo con una sonrisa: —Si la señora confía en mí, entonces permítame ayudarle a elegir las flores.
Dejó su bastón y comenzó a arreglar un ramo para Serenity.
Serenity, notando su habilidad, no pudo evitar preguntar: —Señorita Nuñez, ¿acaso tiene memorizado el lugar exacto de cada flor?
Mientras continuaba arreglando el ramo, Isabela respondió: —Como no puedo ver, tengo que confiar en mi memoria. Tengo empleadas que, cada vez que llega un nuevo envío, organizan las flores por tipo y luego me informan sobre la ubicación de cada una.
—He tenido esta floristería durante varios años. Gracias a mi memoria, conozco cada rincón y no cometo errores.
Serenity miró fijamente a los ojos de Isabela y preguntó con cautela: —Señorita Nuñez, ¿hay alguna posibilidad de que sus ojos se recuperen?
La sonrisa de Isabela se desvaneció ligeramente: —Perdí la vista debido a una grave enfermedad. Estoy agradecida por haber sobrevivido. Si no puedo ver, pues así será; lo importante es que sigo viva.
La