Parecía como si el sol acabara de salir y luego volviera a esconderse.
El cambio entre el día y la noche siempre era algo inconsciente.
El sábado, Serenity se levantó temprano, pero Zachary no se levantó hasta que estuvo listo el desayuno.
—¿Por qué no esperas a que me levante y haga el desayuno?
Preguntó Zachary mientras se acercaba por detrás y la abrazaba, disfrutando de los días en los que podía verla al despertar.
Aunque los días fueran simples, todavía se sentía muy feliz.
Después de haber pasado por peleas, discusiones frías y malentendidos, Zachary valoraba aún más todo lo que tenía.
—Dormí hasta que me desperté naturalmente. Aún no te habías despertado. No necesito levantarte para preparar el desayuno. Lo haces o lo hago yo, es lo mismo.
Explicó Serenity, girando en sus brazos para mirarlo con cariño y una sonrisa en los labios:
—Buenos días, cariño.
Zachary presionó su frente contra la de ella y respondió con ternura:
—Buenos días, cariño.
Luego, la besó en los labios
En ese