MAYO
Estaba a punto de reservar una cita en la peluquería. ¿A quién engañaba? Había tenido la oportunidad desde hacía muchísimo tiempo, desde que Edmond se fue, pero a medida que pasaban los minutos, me di cuenta de que incluso la tarea más fácil de la lista me parecía imposible. Era solo el color, me dije. ¿Por qué me costaba tanto seguir adelante? ¿Odiaba el cambio? No. Sí. No estaba segura. Solo sabía que me dolía la cabeza y que no iba a ir a ningún lado hasta que el dolor desapareciera. Un dolor que yo misma me estaba infligiendo. Volví a coger el teléfono. Había una buena peluquería a la vuelta de la esquina. Tenía muchísimas buenas valoraciones, así que no había nada que temer. La mujer con la que iba a encontrarme era una profesional. De repente, sonó mi teléfono. Miré la pantalla y vi que era de Edmond. Seguía enfadada con él. La voz razonable en mi cabeza me decía que tenía que ser otra tarea. A Edmond le daba igual. No es que me doliera, pero prefería que fuera sincero conm