Lucas ya había mirado antes, no había nadie adentro, por lo que naturalmente no había peligro alguno. Jose apenas los conocía, y ya era bastante bueno que estuviera dispuesto a irse con ellos. Era normal que tuviera algunas reservas, y si presionaban a Jose para que abriera su corazón hacia ellos, temían que podría tener un efecto contrario.
Ana sintió la mano de Lucas, transmitiendo su calor a su cuerpo, y con esfuerzo, logró calmarse, mostrando una tenue sonrisa.
—Está bien, Jose, ve entonces, te esperaremos afuera. Si necesitas ayuda, llámanos de inmediato, ¿de acuerdo?
Jose aceptó y corrió a la casa inmediatamente.
Ana observó los alrededores, viendo que la casa estaba en un estado deplorable y apenas podía ofrecer refugio contra el viento y la lluvia. Un sabor indescriptiblemente amargo se formó en su boca.
Lucas miró a Ana con su expresión ligeramente desconsolada y suavemente extendió su mano, abrazándola, acariciando su largo cabello.
—Ana, entiendo cómo te sientes, al ver que