Ana apretaba los dientes, aferrándose al tazón, recogía la cuchara y comía bocado a bocado.
La sopa de arroz estaba cocida a la perfección, suave y deliciosa, pero Ana simplemente no tenía el ánimo para disfrutarla.
Sin embargo, al sentir que Lucas la observaba de cerca, no tuvo más opción que forzarse a terminarse todo el tazón.
Al final, ya quería vomitar, pero aguantó la incomodidad y se obligó a tragarlo todo.
Lucas, al ver que Ana obedientemente había terminado su comida, le pasó algunas pastillas.
—Tómate la medicina.
Ana no sabía qué tipo de pastillas eran, pero tampoco tenía el ánimo para averiguarlo. Simplemente las tomó.
Después de confirmar que Ana se había tragado las pastillas, Lucas asintió satisfecho y acarició la cabeza de Ana.
—Muy bien, así es como debes comportarte en el futuro, siendo obediente.
El tono de Lucas tenía un toque de dulzura, algo inusual en él. Sin embargo, para Ana, esta dulzura no era reconfortante; por el contrario, le ponía los pelos de punta con s