Ana se incorporó de golpe, pero el dolor en su región íntima la hizo caer de nuevo. Al ver a Ana tan inquieta, la sirvienta se mostró resignada.
—Ana, ya te lo he dicho, estás débil. No debes moverte tanto. Te he preparado un poco de "sopa de arroz", ¿quieres probarla?
Ana estaba lejos de tener ánimo para comer. Encerrada de manera tan humillante y sin noticias de su madre, giró la cabeza.
—Llévatela, no quiero comer.
Ante la terquedad de Ana, la sirvienta no sabía qué hacer. En ese momento, la puerta se abrió y Lucas apareció.
Al ver a la sirvienta con la sopa de arroz y su expresión de desconcierto, Lucas parecía entender lo que había sucedido.
—Fabiola, puedes retirarte. Yo me encargaré de esto.
Fabiola asintió, pues tampoco había podido manejar a Ana.
—He dejado las medicinas de Ana en la mesa. Después de comer, tómala según las instrucciones. Me retiro.
Una vez que Fabiola terminó de hablar, se marchó rápidamente, evitando involucrarse en los asuntos de la casa.
Al ver a Lucas, el