222. Salvando a los míos

Stefanos

Volver al puesto médico era como cruzar la línea entre dos mundos.

El lobo en mí ya no andaba. Marchaba. Y a cada paso, la imagen de la oreja ensangrentada de Johan palpitaba en mi mente como una advertencia cruel de que había fallado, otra vez.

No podía permitirme el lujo de fallar de nuevo.

El portón chirrió cuando crucé la entrada. Soldados en posición, algunos mirándome con reverencia... otros con miedo. Sabían que algo había cambiado. Sabían que yo estaba diferente.

El olor a miedo siempre era más fuerte cuando la furia venía de dentro.

El primero en aparecer fue Rylan. Ya me esperaba afuera del ala, el cuerpo tenso, la expresión cerrada. Apenas me vio, vino directo.

"Mark me contó...", dijo sin rodeos. "Dijo que enviaron una caja. Que tenía... su oreja. Eso es imposible, Stefanos".

Mi gruñido fue inmediato. Cortó el aire como un trueno, haciendo temblar el vidrio de la ventana cercana. Rylan se detuvo, pero no retrocedió.

"No es imposible", respondí, con los ojos chispe
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