159. Si es niña
Nuria
El camino de regreso transcurrió en silencio. Pero no era el tipo de silencio incómodo. Era ese que pesa en el aire, cargando promesas... y miedo.
Stefanos conducía con una de sus manos firmemente en el volante, mientras la otra permanecía entrelazada con la mía. Su toque era constante. Cálido. Como si él también estuviera intentando creer que aquello era real.
Yo, por otro lado, no podía apartar los ojos del papel en mi regazo. Seis semanas. Seis semanas de vida creciendo dentro de mí.
Era real.
Cuando cruzamos los portones de la mansión, sentí que el mundo se desaceleraba. Todo parecía demasiado tranquilo, como si la casa supiera que algo había cambiado. La noche aún no había caído por completo, pero dentro de mí... el universo ya se había puesto patas arriba.
Entramos. Y entonces... me detuve.
Al pie de la escalera que llevaba a las habitaciones, él estaba allí.
Johan.
Inmóvil. Postrado como una sombra que se niega a desaparecer. Como si supiera que estábamos volviendo. Como