Capítulo 3 - Empieza el Karma

Menos mal no se encontraba Sandra, porque en este estado quien sabe qué hubiera hecho, jamás la golpearía, pero las palabras también hieren. La ira me consumió, solo era el ego masculino herido y no porque se encuentre besando con otro hombre. ¡Era por la burla en la que caí quién sabe desde cuándo!

En mis manos tenía las pruebas de todo, el puto dinero gastado de mi tarjeta de crédito, ese que por castigarme con lo sucedido entre Maju y César, el mismo que era para arreglar el apartamento de su mamá, luego cuando César la confrontó me dijo que la perdonara por la mentira, pero las cosas eran para el apartamento del novio de su mamá.

Por estar enferma a punto de morir quería complacerla, ¡y como marica caí! Yo le pagué la remodelación al amante de mi esposa. —La ira me estaba cegando—. Seguí mirando el resto de los papeles. Descubrí la mentira en la enfermedad de mi suegra, ella solo tenía muchas deudas y por miedo salió huyendo para evitar que la mataran, por eso se vino a vivir a la casa de su hija.

¡Claro! Aquí tenía al marrano de Alejandro. Debía darme yo mismo el premio al PENDEJO HUEVÓN del siglo. Mi celular sonó, no contesté, eran las cuatro de la mañana, volvió a sonar y al mirar era Carlos.

—¿A qué llamas?

—César te ha estado marcando desesperado. —ahora seré el hazmerreír de mis amigos—. Alejo, todo se soluciona, piensa en Ernesto, no cometas una locura.

—¡He sido un completo pendejo! —grité.

—¡Alejandro! —Era Cesar—. Mira, Jenaro dijo que investigó algo para ti y no era nada bueno lo encontrado referente a tu mujer, espero que me lo digas algún día. Viejo, tienes amigos y te apreciamos, un hijo que te necesita y adora, piensa con cabeza fría. Uno de tus mejores amigos es el mejor abogado de Colombia, Socorro, una leona en un juzgado en casos familiares, ellos te podrán representar…

—¡Soy un puto cornudo quién sabe desde cuando!, y ¡le pagué la remodelación al amante de Sandra!

Ni siquiera merece que le diga mi mujer. César se quedó callado, la ira fue subiendo. Esto era la prueba de que el karma existe.

—Sal de esa casa o le digo a Jenaro que tumbe la puerta para sacarte, con rabia puedes agredir a Sandra. —No sé si llegue a eso, pero en este momento quería matarla—. Estoy hablando con Jenaro. ¡Sal ya de esa casa!

—No voy a salir, voy a esperar a esa…

Y llegaron los benditos principios inculcados por mi madre, no puedo gritarle las palabras que deseo, después de todo era la madre de mi hijo.

—Lo siento amigo, te pago el daño de la puerta.

Escuché el estruendo en la parte inferior de la casa. Saqué las fotos con su amante, las puse en la cama, también el último chequeo médico de la señora Rita hace un año, y el de hace quince días. Al salir de la habitación, mi suegra y Mercedes salieron de sus habitaciones y llegaron al pasillo, asustadas. Más se asustó la señora Rita al percatarse de mi presencia. Jenaro llegó al pasillo corriendo.

—Mercedes, empaca tu ropa, la de mi hijo y la mía, por favor. En lo que encuentres, si no caben en la maleta, busca bolsas, cajas, lo que sea, nos largamos de esta casa.

—Pero señor…

—No te quiero gritar Mercedes, cumple con lo pedido, por favor, ahora.

No tenía idea como logré controlarme, todo el cuerpo me temblaba, de imaginarme lo que esa… hacía con mi tarjeta de crédito, ¡sí que fui un güevon!

—¿A dónde te llevas a mi nieto y dónde se encuentra Sandra? ¡¿Qué le hiciste a mi hija?! —Me reí, debo parecer un loco. Le entregué mi celular.

—Llámela, muy seguro debe estar con Mauricio Salcedo, ¿cierto?

Al menos me llevaré la satisfacción de su rostro, de asombro y terror de la cacatúa. Al rato, mientras miraba a Rita, analizando su nerviosismo, se le cayó el numerito. Mercedes dejó dos maletas con las cosas de mi hijo.

—Jenaro, ¿me ayudas, por favor, con las maletas?

—Si señor.

Mercedes ingresó en mi recámara, comenzó a guardar la ropa, por lo rápido que lo ha hecho debe estar embutiendo la ropa.

—¿No va a llamar a su hija?

Me le acerqué, la mujer retrocedió, no me di cuenta en qué momento llegó Jenaro. No perdono engaño, yo jamás le he sido infiel a una mujer, podemos estar en problemas, son embargo se deben cerrar los ciclos para iniciar un nuevo camino.  

—Señor Alejandro.

Muy seguro mi expresión corporal demostraba agresividad, no iba a pegarle a una vieja, si falto a un juramento y más a la promesa realizada a mi madre lo haría con Sandra. Sería a la única si llego a hacerlo.

—Mejor no la llame, que se siga revolcándose con su amante.

Le di un puño a la pared de la entrada al cuarto de mi hijo, me jodí la mano en donde tenía la argolla matrimonial. Pero ni eso me hizo sentir alivio. La señora Rita tembló de susto.

» Si llega en este momento, tal vez salga directo a una cárcel. —En ese instante mi hijo se apareció en el pasillo.

—¿Papi dónde está mi, cars?

Me imagino que su peluche de carro lo guardó Mercedes, mi hijo a diferencia de Casparín habla muy bien desde los tres años, solo una que otra palabra complicada la decía enredada. Era menor que Samuel, pero hablaba entendible para su edad.

—Ven hijo, nos vamos.

—¡Estás casado con mi hija!

—¡Desgraciadamente!, cometí el peor error de mi vida al casarme con ella. Dígale que nos vemos en un juzgado si no me firma el divorcio por las buenas en esta semana, de lo contrario con las pruebas que tengo la puedo dejar sin nada o con lo básico.

—Ernesto, mi amor, ven con tu abuela. —El niño corrió a mis piernas. Primero muerto, antes que dejar el niño con tales hienas.

—Señor, su ropa se encuentra lista.

—Jenaro ayuda a Mercedes, ahora ve por tu ropa, nos vamos.

—Lo que estás haciendo se llama secuestro. —Dios, si existes, dame paciencia, «no reveles nada», me dijo esa voz interior.

—No se preocupe, yo regreso una vez deje al niño en un lugar seguro, quiero saber cuánto se demora en regresar a la casa, «la señora», muy seguro, usted la llamará, apenas salga, espero que el tenerla escondida en mi casa con el fin de que no la encuentren sus cobradores la mantenga callada. Porque yo sí tengo un sinnúmero de pruebas contra ustedes.

No tenía idea de donde me sale el cinismo, después de todo aquí supe que ya no sentía nada por Sandra, nunca la he amado, en un principio creí hacerlo… «Te llegó el karma», no quiero pensar, no pienses en eso Alejandro, porque sale el dolor, y recordarla duele, virginia siempre duele.

—¡No tienes consideración! ¡Vas a ser el culpable de mi muerte! —En serio la vieja se pasaba.

—Usted va a ir presa por chantaje emocional, engaño y robo, menos mal que tengo todos los recibos que yo pagué por su supuesta enfermedad.

La mujer se puso pálida, me reí, mi historia quedó para una comedia de la televisión colombiana. «El marrano», deberían ponerle ese nombre.

» Lo sé todo.

Bajé las escaleras con mi hijo en brazos. Mi carro se quedó en Melgar. Jenaro terminó de guardar las cinco maletas, cuatro bolsas, la ventaja era que no tenía nada de trabajo en la casa, mis planos permanecían en la oficina. Mercedes cargó al niño, se sentó en la parte trasera con maletas, me senté al lado del copiloto, las manos seguían temblándome.

—¿A dónde señor?

—Al apartamento de César, mientras consigo otro después de divorciarme, no sea que termine dándole el 50% de ese también.

La mano me dolía, la miré y la tenía hinchada, intenté sacarme el anillo, pero me dolió demasiado. Jenaro condujo, no en dirección al apartamento, me sorprendió verlo aparcar al frente de la iglesia del barrio—. Jenaro, no te pongas con…

—Vi lo mucho que la banca detrás de ese portón le ayudó a al señor César.

Tanto él como Maju han insistido en que sería bueno hablar con el cura de la parroquia. Pero hoy no estaba para eso. Comencé a negar.

» Vengo en una hora, espéreme, dejo a la señora Mercedes y al niño.

—Eres mayor que yo, no me digas, señora. —contestó Mechas.

—Señor Alejandro, con la cabeza caliente, no puede hacer nada más que el ridículo y cometer el peor error de su vida.

—El error ya lo cometí. Jenaro, yo no soy tan creyente a…

—Es solo una banca y un árbol. Cálmese en ese lugar, luego hable con sus amigos, ya vienen. Las señoras se quedaron con los niños. El señor David le trae su carro junto al señor Carlos y en el otro viene el señor César con señor Deacon.

—Ya veo, mis cuernos se volvieron universales.

—Yo no he dicho nada, solo que tuvo problemas con su esposa. Desahóguese. En una hora lo recojo. —Vaya inicio de año.  

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