Capítulo 7.
Pensando en eso, le sonreí a la madre de Manuel, aunque no fue una sonrisa cálida, sino una mueca fría y calculadora, la de alguien que finalmente había visto a través de todas las mentiras.
—Señora, el pasado es pasado, y ahora es ahora. Si no obtengo una respuesta satisfactoria hoy, no me quedará otra opción que llamar a la brigada de desalojo.
Mi voz se mantuvo firme y calmada, pero había acero debajo. Ya no era la chica débil y desesperada que haría cualquier cosa por conseguir su aprobación.
Abrí la puerta y salí, con la cabeza bien alta.
La madre de Manuel me siguió, su desesperación rápidamente se transformó en una ira feroz al darse cuenta de que sus tácticas de manipulación ya no funcionaban.
Me siseó con furia. —Aurora, más te vale que pienses en las consecuencias de lo que estás haciendo. Mucha gente te vio actuar como una rompehogares hoy. Todos en esta fiesta fueron testigos de que intentaste destruir una familia feliz.
Su voz se volvió cada vez más aguda. —Sea verdad o no