17 - Esa perra.
El reloj marcaba las horas más oscuras de la noche cuando Margaret, con el corazón pesado y el alma cargada de tristeza, se dirigió hacia la habitación de Emiliano en busca del bebé. La necesidad urgente de encontrar al pequeño para alimentarlo era solo una parte de la tormenta de emociones que la envolvía en aquel momento.
Con un leve golpe en la puerta, Margaret esperó, sintiendo cómo el nudo en su garganta se apretaba con cada segundo que pasaba. Cuando Emiliano abrió la puerta, revelando su figura en la penumbra de la habitación, Margaret luchó por mantener la compostura, ocultando el dolor que la consumía por dentro.
— ¿Qué necesitas, Margaret? — preguntó Emiliano, su voz suave pero cargada de curiosidad.
— Solo estoy buscando al niño — respondió Margaret con calma, aunque su voz temblaba ligeramente —. Es hora de alimentarlo.
Emiliano asintió con comprensión, abriéndole paso hacia la habitación para que pudiera entrar. Sin decir una palabra más, se dirigió hacia la cama donde el