13 - Ese beso fue un error.

Cuando finalmente llegaron a la casa, Emiliano se encerró directamente en su despacho y no volvió a salir de allí ni siquiera para la cena. Margaret se sintió cabizbaja, pero cuando miró a su hijo, se le pasó de inmediato.

Emiliano por su parte, no podía creer que ella había vuelto, y ahora la había invitado a su casa para hablar. No sabía por qué lo hizo, pero ahora estaba esperándola con ansias. Era raro, pero no sentía aquel cosquilleo en el pecho como cuando estaban juntos en el pasado; sin embargo, podía perdonarla.

Salió del despacho, chocó con Margaret cuando iba a subir por las escaleras, pues su oficina lindaba en ese sector. La sostuvo de la cintura con fuerza para evitar que se cayera, entonces miró sus ojos profundos, dilatados y le gustó, especialmente la forma en que sus mejillas se volvían rosada.

— Quince. Tienes quince lunares esparcidos en tu rostro — dijo.

— ¿Qué? — cuestionó Margaret con el ceño fruncido y antes de que pueda oler a decir algo, Emiliano pegó sus lab
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