226. MALDICIÓN DE SANGRE

HENRY

—Me alegra mucho que hayan asistido a esta reunión extraordinaria, sobre todo los Ancianos que estaban en otras partes del mundo —mi abuelo comenzó la sesión.

Se levantó de su asiento majestuoso. Parecía el trono de un rey sobre el alto escenario.

Alrededor, formando un semicírculo, asientos escalonados como un coliseo, llenos de hombres poderosos con rostros severos.

El ambiente aquí era asfixiante, me alegraba que mi padre se hubiese quedado cuidando a mi madre adoptiva.

Mientras mi abuelo saludaba a todos, el estúpido protocolo que me tendría que comer, me paraba al lado de su asiento, como su secretario, y mis ojos vigilaban al hombre bajo las anchas escaleras del escenario.

Ahí, sobre el suelo pulido de arabescos, estaba apresado Oliver. Con la cabeza baja, colgándole sin fuerzas.

Las manos atadas a la espalda, era un amasijo de cardenales, de heridas por todos lados. Mi abuelo no le había tenido nada de piedad.

A pesar de la rápida cicatrización por el poder de su lobo,
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