Milena dibujó una sonrisa perversa en su rostro y se acercó a Fabiano.
       Él retrocedió y se sentó en la cama. Sin embargo, ella no se detuvo, se sentó en sus piernas y puso cada brazo alrededor del cuello del hombre, que ahora parecía nervioso.
       Milena achicó su voz y lo miró fijamente a los ojos, para después susurrarle al oído.
       —Como dices que soy una niña pequeña, quiero que me arrulles y me cantes una canción para dormir.
       Fabiano se quedó inmóvil y cerró los ojos para imaginarse a doña Gertrudis en traje de baño para evitar excitarse. Definitivamente, esta niña estaba jugando con fuego.
       —Mi-mi- Milena le-levántate, por favor —le susurró Fabiano en un tono de súplica al verla moverse entre sus brazos.
       Milena hizo un tierno puchero y negó con la cabeza.
       —Vamos, tío Fabi, cántame una canción.
       Fabiano mordió sus labios para tratar de controlar sus impulsos y golpeó levemente la pierna de Milena.
       —No, Milena no eres una bebé, t