Los dos hombres estaban desayunando en santa paz, pero una odiosa y melosa voz los interrumpió
—Buenos días, ¿Cómo está, suegrito?
—Muy bien, Gretta, muy bien, ¿quieres acompañarnos a desayunar? —le preguntó el viejo Santoro por pura educación y la mujer le sonrió y asintió.
Ella se sentó al lado de Vicent y le agarró la mano, antes de darle un beso en la mejilla.
—Santi mi amor. Hoy tienes que acompañarme a un desfile. Hoy es un gran día para que confirmes la noticia de nuestro compromiso.
El viejo Santoro rodó los ojos. Definitivamente, ni el mismo soportaba a esta estúpida mujer, pero ni modo ya la había hecho de la farsa y debía seguirla tratándola con cariño e hipocresía.
Vicent ignoró las primeras palabras de la mujer y rodó los ojos en dirección a su padre.
El mayor, mostrando un ápice de educación, le preguntó a la mujer el motivo del desfile, para disipar la incómoda atmósfera que se había creado.
Mientras tanto, Vicent seguía concentrado en su desayuno. Él permaneció