¡Payasa!

Narra Helen.

Cuando salí del despacho del el estúpido de mi esposo, entre en mi habitación a llorar, estaba triste y molesta, no sabía que hacía aquí, aunque estaba llena de lujos no disfrutaba de ellos, en esta casa yo era una empleada mas, además de que extrañaba a mi madre demasiado, quise reclamarle a Dylan por como fue tratada  mi viejita y también como había sido tratada en aquella casa, pero preferí callarme, le tenía mucho miedo a Dylan y no quería que tomara represalia contra mi, si yo me ponía rebelde.

Estaba acostada sollozando cuando mi querida cuñada entro a mi habitación sin tocar

—Tu...levántate, mi hermano desea que vayas a comprar ropa. —Marina estaba roja del coraje como si le molestará que su hermano hubiera pedido que comprara ropa.

Me levanté en silencio, solía no contestarle a las personas cuando estaban muy molesta, lo había aprendido de mi madre, siempre que papá llegaba tomado ella solo se limitaba a obedecer y a guardar silencio.

Limpie un poco mi atuendo y salí de la mansión, apenas me dirigí al estacionamiento de la casa, respire aire puro, sentía que estaba ahogada en aquella enorme casa, que aunque era enorme y tenía miles de distracciones, todo este tiempo Marina me había tenido como una esclava, y seguramente esas eran las órdenes del moustró de su hermano.

Camilo el chofer, que fue el mismo que me trajo aquí el día de mi boda, me llevó a una buty a las afueras de la ciudad; Me tomo la mayor parte de la tarde para comprar ropa, entre probarme los atuendos y elegir, fueron muchas horas. La asesora de vestuario que estaba contratada directamente por mi esposo se encargó que comprara todo tipo de ropa y calzados, desde vestidos para gala hasta pijama para dormir. No puedo negar que me sentía en un cuento de hadas, jamás en mi vida pensé tener tanta ropa junta, prendas y zapatos.

Eran tantas las bolsas que Camilo hizo dos viajes al auto, después de irse a llevar las bolsas le dije que quería dar una vuelta por el centro comercial y aunque dudo un momentos después accedió.

Estaba despaldas admirando un hermoso collar idéntico a uno que tenía mamá cuando alguien me abrazó por la espalda.

—Helen mi amor tengo días tratando de encontrarte, No puedo creer que por fin te veo, mi reina —era Alejandro mi novio de hace años atrás y el gran amor de mi vida.

—¿Qué haces aquí Ale?—dije tratando de empujarlo.

—Ya sé lo que hizo tu padre —baje la cara—. Te ha entregado a un monstruo mediante un contrato de matrimonio por dinero.

—Yo… 

—No digas nada mi amor —acaricio mi mejilla—. Se que aún soy un chiquillo, pero prometo sacarte de esa casa, solo dime qué aún me amas y eso será para mí suficiente.

Me quedé observándolo por unos segundos, Alejandro era mi novio desde que comencé la escuela, y realmente lo amaba, lo amaba más de lo que podía imaginar, el era un moreno asiático de rasgos fuertes y ojos color miel, lo que me había llamando la atención de el era su gran amor por las personas, su paciencia y el lado positivo de ver todas las cosas.

—Claro que te amo mi amor— respondí sincera.

Me tomo del cuello y me besó, al principio quise resistirme pero después de varios segundos me deje llevar por aquel cálido beso, sus manos viajaron a mi espalda y me apretó con mucha fuerza, después se separó de mi para mirarme directo a los ojos.

—Te sacaré de esa casa lo prometo, —me dio un corto beso en los labios y se retiró.

Enseguida venía Camilo, yo estaba alterada, los latidos de mi corazón se escuchaba tan fuerte que juraría que todos a mi alrededor podían oírlo

—¿Señorita ya dio el paseo?, debemos irnos, el jefe la quiere temprano para el agasajo.

Asentí con la cabeza y lo seguí, tenía un nudo en la garganta, Alejandro estaba de viaje con sus padres cuando me enteré lo de la boda, y aunque él me enviaba cartas diciéndome cuánto me amaba siempre, jamás le contesté porque sabía que primero estaba la salud de mi mamá.

—Espero que te estén realizando todos tus estudios madre —pensé ya que mi sacrificio había sido por ella.

Entre al auto conmocionada por lo ocurrido, había agradecido que Camilo  no me hubiera visto, después de todo estaba casada y no quería problemas con mi esposo. No hasta que mi madre no sea operada .

Cuando llegué a la mansión y entre en mi habitación, había un enorme ramos de rosas negras, sentí mucho miedo al verlas, tome la tarjeta con cuidado y leí la descripción.

“De tu querido esposo Dylan”

Apreté la tarjeta con rabia, no sabía que pretendía aquel hombre con llevarme ese tipo de rosas tan desagradable, si quería jugar conmigo y tratarme como una basura, ¿por qué se casó conmigo? o era de esos hombres que disfrutaba ver sufrir a las demás personas.

Estaba sumergida en mis pensamientos cuando Marina entro en mi habitación.

—Necesito que te arregles, ya han comenzado a llegar nuestros amigos y a mi hermano no le gusta la impuntualidad.

—¿Donde han dejado todas las bolsas de mi ropa para elegir uno de los vestidos que traje? —pregunte al notar que las bolsas con los atuendos no las habían traído a mi habitación.

—Mi hermano te mando este vestido y estos tacones, quiere que te coloques esta ropa.

Mire el vestido que Marina tenía en sus manos, era un vestido horrible de color amarillo y los tacones eran verde escandaloso.

—¿Estas segura que Dylan a pedido que use esta ropa?,—pregunte confundida, No entendía para que me había hecho comprar tanta ropa para luego el elegir la que le diera la gana.

—Si son órdenes estrictas y más te vale que no lo hagas enojar.

Después de vestirme Marina me maquillo, tomo mi cabello e hizo un moño extraño en él, aunque había insistido para que dejara llevar mi cabello suelto me dijo que no, que eran órdenes de su hermano.

Estaba molesta. Como podía ser tan machista como para controlar la manera que debía vestirme el muy tonto..

Marina no había dejado verme en el espejo, alegando que era tarde y que Dylan odiaba la impuntualidad, así que sin verme como había quedado mi maquillaje, baje las escaleras para llegar al salón.

Pensé que era más discreto bajar por el ascensor, pero mi querida cuñada había dicho que Dylan había pedido que lo hiciera por las escalera.

Mientras bajaba cada escalón una a una de las miradas extrañas que estaban en aquel salón se posaron en mi, unas con burlas y otras con lastima, Dylan quien antes de verme estaba sonriendo con alguien más, estaba molestó, tanto que las venas en su frente se marcaban notoriamente.

Apenas termine de bajar las escaleras Dylan se acerco a mi molesto y me tomo por las manos para arrastrarme a su altura.

—¡¿Que cojones crees que estás haciendo? ¿quieres dejarme en ridículo no es así?!—sus manos apretaba con fuerza la mía.

—¿De qué hablas Dylan? Suéltame me lastimas —susurre a punto de llorar.

—De tu ropa, de tu maquillaje. ¡pareces una payasa! ¡Me estás avergonzando!—.

—¡Han sido tus órdenes! —grité mientras me soltaba de su agarre furiosa para ir a mi habitación.

Comencé a llorar fuerte, tenía tanta rabia; después que me había mandado a  vestirme de ese modo, me trató como una loca delante de quince personas aproximadamente, de verdad que este hombre era un monstruo, era una persona sin el más mínimo sentimiento de misericordia.

Después de varios minutos sollozando pude escuchar como Dylan gritaba corriendo a todos de la fiesta y lanzando objetos por dónde quiera, estaba aterrada que fuera a mi habitación y se desquitará conmigo.

Eran las once de la noche cuando Margarita la sirvienta entró en mi habitación para despertarme

—Señora despierte —toco mi hombro suavemente.

—Si—dije somnolienta.

—El señor la espera en su habitación, ha ordenado que repose con el y que ayude a bañarlo, no quiere que nadie lo haga, solo usted porque es su deber de esposa.

Agarre mi cabeza con frustración percatándome que aún llevaba el peinado de hace un rato.

—Deja me cambio y voy —la voz me temblaba por los nervios.

Me quité el moño y me miré en el espejo para retirarme el maquillaje, estaba horrible realmente, hasta sentía un poco de risa por mi apariencia, no pude dejar de olvidar que había sido humillada delante de todos .

Limpie mi cara y me dirigí a la habitación de mi querido esposo, con las manos temblando toque la puerta.

—¿Puedo pasar?—pregunte con la voz entre cortada.

—Adelante. —La voz ronca de Dylan se escucha del otro lado de la puerta.

Cuando lo ví en su silla de ruedas con la mirada perdida en la fotografía que tenía de la mujer y el niño y sin querer salió de mis labios una pregunta que luego me arrepentí de haberla hecho.

—¿Es tu esposa y tú hijo? —tape mi boca por instinto al percatarme de lo que había preguntado.

El me miró por unos segundos con los ojos brillosos y luego respondió

—Sin son ellos —bajo la mirada .

Estaba triste. Sus ojos se veían tristes. Quise  abrazarlo para consolarlo, no sabía que el monstruo de Dylan Mayora tenía sentimientos  pero al parecer si los tenía.

—¿Aun con esa ropa?—pregunto rompiendo el hielo.

—No tengo ropa —me encogí de hombros restándole importancia.

La expresión en su rostro cambio de triste a enojado en cuestión de segundos .

—Mande a qué comprarás todo lo necesario —apretó sus dientes contenido la rabia.

—Si, pero no lo han llevado a mi habitación, No sé dónde dejaron todas las bolsas —explique 

—Llamare  Margarita enseguida, y le exigiré que traiga tu ropa a nuestra habitación, es obvio que debieron traerla aquí ya que aquí dormirás desde ahora en adelante.

Iba a interrumpirlo pero no dejó.

—Y no me importa que no estés de acuerdo es tu obligación.

—Solo iba a decir que no llames a Margarita, la pobre debe estar cansada, además mañana será otro día.

—Bueno puedes cambiarte y usar algo de mi ropa, al fin de cuentas soy tu esposo —su mirada era fría, sus palabras eran secas.

Asentí porque realmente era incómodo andar con aquel vestido. Dylan me indico para buscar entre sus ropas algo que me quedara.

Opté por colocar una franela de algodón blanca que llegaba casi a mis rodillas, aunque no se veía porque estaba en una silla de ruedas Dylan era alto, muy alto.

—Puedes ducharte si quieres —musitó.

Tomé la palabra y me dirigí al baño, sabía dónde estaban los productos para asearme ya que la primera noche había dormido en esa habitación. Después de bañarme y colocarme en el baño la camisa de Dylan, salí para ayudarlo con su ropa también.

—Señor Dylan ya estoy lista, voy ayudarlo de acuerdo.

Asintió y yo con manos temblorosas comencé a quitarle la ropa, primero comencé por la camisa, su dorso a descubierto me provocó una corriente en mi espalda, aunque había visto a Alejandro semidesnudo jamás había sentido ese sentimiento electrizante en mi cuerpo.

Después de dejarlo en ropa interior lo lleve al baño, el me indico que lo ayudara a entrar a la bañera, con gran esfuerzo lo hice y luego me retire a esperar que me indicara que ya estaba listo para vestirse.

Tome la palabra y me dirigí al baño, sabía dónde estaban los productos para asearme ya que la primera noche había dormido en esa habitación. Después de bañarme y colocarme en el baño la camisa de Dylan salí para ayudarlo con su ropa también.

—Señor Dylan ya estoy lista, voy ayudarlo de acuerdo.

Asintió y yo con manos temblorosa comencé a quitarle la ropa, primero comencé por la camisa, su dorso a descubierto me provocó una corriente en mi espalda, aunque había visto a Alejandro semis desnudo jamás había sentido ese sentimiento electrizante en mi cuerpo.

Después de dejarlo en ropa interior lo lleve al baño, el me indico que lo ayudara a entrar a la bañera, con gran esfuerzo lo hice y luego me retire a esperar que me indicara que ya estaba listo para vestirse.

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