Antes de que Amara logre procesar lo que está por suceder, el bate desciende con violencia. Un golpe seco, certero, directo a su pierna derecha. El hueso cruje con un sonido aterrador. –¡NO! ¡Por favor! ¡Eso duele! –grita con la voz desgarrada, su cuerpo sacudido por espasmos de puro sufrimiento.
Se retuerce en el suelo, encadenada, indefensa. Las lágrimas caen ahora sin control, mientras el sudor frío le cubre la frente. Pero Kate no se inmuta y se inclina nuevamente –¿Creés que eso duele? –Su voz es casi un siseo venenoso – Intenta vivir cada día sabiendo que el hombre que amas… está enamorado de otra. Y no de cualquier otra… sino de una perra perfecta como tu– le susurra con los dientes apretados:
Sin darle tiempo a responder, vuelve a levantar el bate y esta vez lo estrella contra el estómago de Amara con una fuerza brutal. El golpe le arranca un alarido seco. Amara escupe sangre, tosiendo, con la mirada perdida en un punto invisible. Su cuerpo tiembla y convulsiona,
Kate la